La estación es la primavera y mayo el mes. No hablamos de amor, de cambio de clima ni de bodas o comuniones. Nos referimos a la significativa inquietud por el peso. Se acerca el verano y esa latente preocupación por los kilos de más que se esconden bajo la ropa cobra protagonismo y se expresa, sobre todo, en el incremento repentino del número de personas que se ponen a dieta.

Ahora bien, la pregunta no es cuánto peso vas a perder antes de ponerte el bañador, sino si vas a llegar al final de semana con tu nuevo propósito. Lo primero es ponerte un objetivo realista, con unas líneas de actuación determinadas y a cumplir dentro de un tiempo establecido. Todo ello, por supuesto, bajo el seguimiento de un profesional. 

Y aquí es donde nos encontramos con el primer error: 

1. Hacer sin consultar a un profesional cualificado la dieta que le ha ido bien a una amiga. En este punto es donde entra en juego una de las claves para tener éxito en la dieta, que no es más ni menos que el sentido común. El cuerpo de tu amigo o conocido no es el tuyo, no compartís metabolismo y lo que a él o ella le funciona no necesariamente va a irte bien a ti, sino que puede perjudicarte. Hay que tomarse en serio la salud, y, por lo tanto, la pérdida de peso.

2. Tomarse el proceso de adelgazar en serio no pasa por implicar a los demás. No basta anunciar a tus allegados que vas a hace dieta para que te comprometas más. No digas a la gente que te has puesto a dieta. No te ayudará ni quien te diga que no te hace falta, ni quien te haga bromas tentándote con comida, ni quien te anime a saltarte el régimen porque “no pasa nada por un día”. Si puedes, incluso, ocúltalo para no sentir presión.

3. No caigas en otro clásico, proponerte empezar el lunes con tu plan para perder peso. Si lo haces, augura el nutricionista, no llegarás al miércoles. El viernes, cuando buscamos la recompensa tras una dura semana, es un buen momento para empezar. Si lo hacemos el lunes, llegados al cansancio de final de semana, caeremos, sin duda, en el famoso “cheating”.

4. La dieta hipocalórica no es la solución. Pasar hambre conduce al fracaso en la dieta. Muy al contrario, un plan nutricional debe contener la mayor parte de los alimentos. Además, la dieta hipocalórica produce efecto yo-yó y pérdida de masa muscular.

5. Los milagros no existen. Por lo tanto, las dietas milagro, ni considerarlas. En la mayoría de los casos, son programas absolutamente desequilibrados en cuanto a sus elementos nutricionales y ponen en peligro tu salud.

6. No te peses día sí… y al otro también. La pérdida de peso no es un proceso lineal, sino que, si la dibujásemos en un gráfico, sería similar a la silueta de una escalera con sus peldaños. Se pierde peso y se estabiliza durante un periodo, se pierde peso y se fija y así sucesivamente. La creencia errónea de que no vas bien podría hacerte tirar la toalla. Pésate, como mucho, una vez a la semana; preferiblemente el mismo día, por la mañana y desnuda.

7. También podría hacerte pensar en abandonar y tirar todo por la borda cada vez que caigas en la tentación de saltarte la dieta. No pasa nada. Saltarte el plan un día no implica que ya no seas capaz de retomar tu esfuerzo. Hay que tomárselo como una piedra el camino. Una vez pasado el bache, hay que seguir adelante.

8. No te compares con los que pierden peso. Y mucho menos si has decidido ponerte a régimen a la vez que tu pareja masculina. El índice metabólico y la masa muscular del hombre son superiores. A la hora de perder peso, ellos lo hacen más rápido. De cualquier forma, ni en este ni en ningún caso se trata de una competición.

9. No compenses. No vale comer a la plancha el lunes después de un atracón dominical. No es eficaz. Sólo contribuyes al desequilibrio metabólico, ya que el organismo tiende a recuperar lo que considera que va a necesitar para la supervivencia.

10. Procura no pasarte la vida a dieta. Lo mejor es estar sólo el tiempo justo, por eso, aunque sea inevitable caer en las tentaciones, hay que hacerlo lo menos posible. En el equilibrio está la solución, ni dietas ultrarrápidas ni adaptar el plan nutricional a nuestros caprichos y necesidades sociales. Lo importante para alcanzar el éxito es aprender a comer de otra forma (menos y mejor), y conocer tu cuerpo para darle lo que realmente necesita.

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