Hace unos días me preguntaba una amiga si podía explicarle por qué se había “quemado” si estaba utilizando el mismo protector solar que todos los años.  Por supuesto, lo primero que le dije es que no era dermatóloga, ya me gustaría, pero que no era la única persona a la que le había ocurrido y que los expertos, los dermatólogos, sí tenían respuesta a su pregunta.

Lo que explican los especialistas es que, tras tanto tiempo confinados, el “funcionamiento” de nuestra piel se ha visto alterado al no haber estado expuestos al sol durante meses. Cuando nos da el sol de forma gradual (al pasear, hacer deporte al aire libre,.. en fin cuando hacemos una vida normal) nuestro organismo estimula la producción de melanina y vitamina D, los dos protagonistas que forman el  escudo de protección natural de nuestra piel. Al haber estado encerrados, no hemos producido la misma cantidad de melanina ( que además de ser el pigmento que hace que nos pongamos morenos, también nos defiende de forma natural de los rayos solares) y ese “escudo protector” no es lo suficientemente compacto como para protegernos como debería. Esto explicaría por qué las quemaduras siempre son más frecuentes al inicio de cualquier verano y en éste más todavía, porque, en muchos casos, la piel no ha tenido un periodo de adaptación a los rayos ultravioletas y no está preparada para afrontar la exposición a las radiaciones UV como en veranos anteriores.

Por eso aunque el sol “caliente igual” y nosotros utilicemos el mismo SPF que otros años, nuestra piel no está en las mismas condiciones que en anteriores veranos. Está más vulnerable. Así que hay que multiplicar las precauciones: evitar la exposición en las horas centrales del día, utilizar protección solar con el factor adecuado (este año incluso aumentando el SPF), renovarlo cada 2 horas,…

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