Año del Señor 2012. En un Madrid sin corazonadas, el mercado de la beauty está a un paso del colapso total. La situación es crítica. En los lineales de las perfumerías y grandes superficies ya no cabe ni un producto más. Las estanterías de los centros comerciales están a punto de ceder bajo el peso de la belleza. El número infinito de lanzamientos en sus diferentes texturas (geles, lociones, serums) y tipos de piel (grasas, secas, mixtas, muy grasas, muy secas, muy mixtas), de ediciones limitadas, de cofres de Navidad, de repackagings, etc… que cada año ponen en circulación las firmas han saturado definitivamente el mercado cosmético.
Se consiguió hacer hueco a las lociones específicas para las rodillas y a las cremas hidratantes para el meñique del pie derecho. Pero cuando se presentaron los nuevos y revolucionarios desodorantes (unos para la axila izquierda y otros para la derecha), allá por el mes de junio, todo se precipitó. En su génesis, la cosmética nació para dar soluciones a problemas determinados y también para estar y sentirse más guapos.
Pero en los últimos años se ha convertido casi exclusivamente en márketing puro y duro. Dior todopoderoso no pudo soportarlo más y decidió acabar con la codicia de laboratorios, multinacionales y distribuidores de toda condición, enviando un diluvio
de bergamota, pomelo, vetiver y un toque de almizcle que duró 40 días con otras tantas noches. Justo antes de que un cielo púrpura comenzase a jarrear, encargó al bueno de Noé construir un arca en la que salvar a la fauna de la beauty. La primera en subir a bordo fue una caballada compuesta por cuatro hermosos ejemplares.
Como un Fórmula 1 llegó el cavallino rampante de Red Pour Homme de Ferrari, seguido muy de cerca por el caballero ecuestre de Burberry Sport For Men. A pocos metros, y también al galope, accedieron por
la rampa el corcel, con polista incluido, de Double Black de Ralph Lauren y el caballo que tira del carruaje de Terre de Hermès.
A paso más lento pero igualmente decidido, se presentó el cocodrilo de Challenge de Lacoste que, pese a estar feliz por no haber acabado como cinturón de la nueva colección, lloraba desconsoladamente lágrimas de mentira.
Recuerda con cierta nostalgia cuando fue creado por René Lacoste tras ganar un partido de tenis cuyo premio era una bolsa realizada en piel de cocodrilo. Tras él, y con el pelaje empapado, venía
dando grandes zancadas el oso de Tous Man. Ha llovido mucho, incluso más que ahora, desde que en 1985 Rosa Tous lo parió porque “todos hemos tenido un osito de peluche en nuestra infancia y generalmente nos trae recuerdos entrañables”.
La serpiente de Black de Roberto Cavalli reptaba por entre las patas del puma de Animagical de Puma y del jaguar de Fresh Man de Jaguar, mientras que, con un vuelo majestuoso, el águila de Diamonds For Men de Emporio Armani se posaba en el mascarón de proa. Y así, fueron llegando todos los animales de la beauty para resguardarse de la que estaba cayendo.
Pero como nada es eterno, después de casi seis semanas de lluvia ininterrumpida, el 17 de julio de 2012 la paloma del Deep Clean de Dove Men Care sobrevoló el monte Ararat con una rama de olivo en el pico. Todo había terminado. Todo empezaba de nuevo.
6 Comentarios
Anonymous
Brutal. Qué grande es John Queras
Chimi Chu
Vaya zoo que te has montado. Está muy bien. Besos
Andrea Cuesta
Muy original!
Clara I. Buedo
Wow!!… súper 😉 feliz finde
Welzen
Un relato muy bueno 😉
sirocox
Si señor!