Ana de Santos Gilsanz publica Vivir sin huella, un libro con alternativas atractivas para nuestro día a día.

Ana, ‘Vivir sin huella’ es tu primer libro sobre sostenibilidad. ¿Cuándo decides especializarte en este ecosistema desde el que promueves un estilo de vida más saludable con el bienestar de las personas y del planeta?

Durante 16 años he escrito, producido y promovido la moda y la belleza en revistas femeninas como Cuore, incluso he presentado la pasarela Mercedes Benz Fashion Week y todo hubiera seguido igual sino llega a ser por la maternidad, que fue mi punto de inflexión y la pandemia, que fue la guinda del pastel.

Ese parón significó reflexión y unir mis valores personales con los profesionales. Tengo una profunda conexión con la naturaleza herencia familiar a la que decidí sacar de casa y dar altavoz para promover otra manera de consumir belleza, moda, decoración, ocio… Quiero que mi hijo disfrute de la naturaleza y el bienestar que yo he tenido. En la pandemia visibilicé la huella que dejamos a las nuevas generaciones, cuando en nuestro encierro la tierra respiraba mejor. Hasta los delfines campaban por los canales de Venecia Fue la oportunidad de empezar de nuevo. Ahora solo escribo sobre belleza si se trata de bienestar y sobre sostenibilidad medioambiental y social, desde todas las áreas de la sociedad. Lo hago desde el diario El Español, mujer.es y Welife.

¿Por qué es tan importante nuestra huella?

El concepto de huella está ganando mucho interés. Si pones en Google ¿Cómo reduzco mi huella de carbono? encontraras casi 27 millones de respuestas. Esas respuestas a veces son más difíciles de comprender que otras. Con este libro quiero que convertirlas en fáciles para que todo el mundo pueda entender su día a día en términos de huella y no solo de huella de CO2. También existe la huella hídrica, la huella plástica y la huella química que está en proceso de ser reconocida legalmente.

Podríamos decir que la huella es como nuestra sombra. Nos acompaña desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Todas las decisiones que tomamos a lo largo del día, aunque sin darnos cuenta, están relacionadas directa o indirectamente con ella y son medibles. Desde la taza de café del desayuno, hasta el vehículo en el que vas a trabajar, la ropa que vistes o los libros que lees.

Como periodista de belleza, ¿podemos ser beauty adictas y además ser sostenibles?

Por supuesto, porque lo que es bueno para el planeta, también lo es para nuestro bienestar. La cosmética y la perfumería son mundos apasionantes llenos de ingredientes naturales, cultivos regenerativos, aromas únicos, procesos de lujo y tratamientos verdadero deleite para la piel y el planeta. Solo hay que apostar por ellos y descartar a los derivados del petróleo.

Sin querer, desde que ponemos un pie en el baño, contaminamos el agua con los productos de nuestro neceser si sus ingredientes no son naturales: geles, exfoliantes, champús, acondicionadores, mascarillas, pastas de dientes, leches limpiadoras, jabones… ¿Cómo? Pues por el desagüe. La mayoría de sus ingredientes son tóxicos o llevan microplásticos que rompen las cadenas de depuración de las aguas y terminan contaminando el mar.

Con la nueva ley que ha revolucionado, prohibiendo las purpurinas, también van los exfoliantes y productos como pastas de dientes con microplásticos. No somos conscientes de que contaminamos, mientras lo hacemos. Por eso es importante regular con los marcos políticos y legales.

¿Cuáles son las R que tenemos que practicar en nuestro neceser?

Cambiar de rumbo significa exigir más erres, porque la de reciclar ya no es suficiente. Hay que «reformular» con ingredientes naturales y eliminar microplásticos y químicos. También «reducir» envases con fórmulas más universales, y «reutilizar» y «rellenar» lo que antes era de un solo uso. Por último, asumir la «responsabilidad» y «renunciar» al maltrato animal en toda la cadena de valor, asumiendo el origen de los ingredientes y no vendiendo en países que obliguen a testar en animales. Veáse China, donde es obligatorio testar en animales.

¿Qué prefieres cosmética sólida o recargable?

Ambas son el futuro para que la industria llamada «de la belleza», sea realmente bella para el planeta. Pues ambas eliminan la huella de residuo o plástica. Se calcula que, al año, más de 120.000 millones de botellas de plástico provienen de nuestros cuartos de baño.

Dependiendo para qué, alterno una u otra. Está claro que para viajar prefiero sólida porque puedo facturar. Y en casa para el gel, el champú y el acondicionador tengo botes para toda la vida que recargo en casa o voy a las fuentes de las tiendas, por ejemplo, a las de L’Occitane.

Acabas de ser imagen para la nueva gama de Montibello.

Este año además de escribir un libro he creado el proyecto medioambiental Oxígeno Azul para visibilizar la importancia del oxígeno del mar. Al que le debemos una de cada dos respiraciones. El mar es mi pasión, llevo 20 años como buceadora y mi objetivo es mostrar su importancia para que lo preservemos. En mi primera expedición la firma española Montibello ha venido como compañero. Sus fórmulas de protección solar son respetuosas con los corales y la nueva gama Retiderma creada a través de la biociencia marina tiene de ingrediente principal un bio-retinoide marino proveniente de un alga de Formentera. Se trata de una unión de valores para hacer que el mensaje llegue más lejos.

Mucha gente se cree que tener un neceser o un armario sostenible es más caro, ¿es cierto?

En ambos casos menos, es más. Se trata de precios justos que llevan salarios dignos y calidad en los ingredientes. En la moda comprar calidad sí significa un precio más elevado, también una duración mayor, por lo que es una inversión. La cosmética no es barata y no hay tanta diferencia entre si es natural o no en precio. Sí en los beneficios para la piel. También en simplificar la rutina. ¿Cuántos botes de verdad necesitamos? Solo necesitamos una buena limpiadora, una buena hidratante, y un protector solar.

¿Cuáles dirías que son los imprescindibles para conseguir un neceser vegano?

El cartel de vegano a veces tiene truco y ecopostureo. Marcas que de toda la vida han formulado a partir del petróleo se permiten ahora «renovar su imagen» poniendo en grande el letrero vegano como reclamo, sin cambiar ningún ingrediente de su composición, ni mentir en una coma, porque el consumidor confunde vegano con verde y natural. Que un producto de cosmética sea vegano tampoco implica que no se haya testado en animales. Ni que la marca garantice que sus proveedores tampoco testan en animales. Así que adiós al capítulo vegano-cosmético que se prometía verde. No miro a ninguna empresa en particular. Me miro a mí por haber picado y por creer también que significaba tener conciencia animal.

 

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