Ducharse, lavarse el cabello, utilizar una crema antiarrugas, protegerse de los rayos UV o maquillarse los labios, son rituales que pueden “perjudicar gravemente la salud”. Un gesto tan habitual como hidratar los labios con un bálsamo para protegerlos de las inclemencias climáticas (frío, sol, viento, sequedad….) puede llegar a envenenar poco a poco el organismo si en su fórmula incluye alguno de estos dos  ingredientes en una concentración superior a la “inocua”: MOSH (Mineral Oils Saturated Hydrocarbons, hasta un 10%) y MOAH (Mineral Oils Aromatic Hydrocarbons en un 0%, o sea: nada si está presente en un producto que se pueda ingerir).

Se trata de dos sustancias tóxicas presentes en los  aceites minerales derivados del petróleo, que la norma europea de cosméticos (1223/2009) permite utilizar en la fabricación de diversos productos siempre que se conozca el historial completo de refinación y se verifique que el material de partida está exento de sustancias tóxicas o se compruebe que el producto destilado ha sido probado mediante métodos específicos contra propiedades cancerígenas. La norma existe, pero no toda la industria, cosmética o no,  la respeta a la hora de formular sus productos. Un reciente estudio realizado por la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), junto con otras organizaciones europeas de la misma índole, llevado a cabo sobre 58 marcas de protectores labiales, de los que 20 se comercializan en España, reveló que en 13 de ellos se encontraron agentes tóxicos; solo 7 formulados con ceras naturales en vez de polímeros sintéticos superaron el test de toxicidad al 100%. 

La voz de alarma sobre los riesgos para la salud que pueden tener determinados  ingredientes utilizados en la vida cotidiana (desde conservantes a pesticidas o productos de higiene, cuidado y limpieza), la emitió la OMS (Organización Mundial de la Salud) en 2013: “existen muchas sustancias químicas sintéticas cuyos efectos sobre el sistema hormonal todavía están por investigar y podrían tener importantes repercusiones sobre la salud”. Sus expertos estaban alertando sobre lo que la comunidad científica bautizó en la década de los 90 como disruptores endocrinos, también denominados contaminantes hormonales.

Estos componentes están tan presentes en la vida cotidiana como el aire que respiramos. Se encuentran en los plaguicidas destinados a aumentar el rendimiento agrario, en multitud de conservantes alimentarios, artículos textiles y en miles de productos de limpieza y cosméticos. Sí, las fórmulas industriales de muchos jabones, cremas, maquillajes, lociones, filtros solares, geles, barras de labios, perfumes, etc., no se libran de estos principios activos que a priori se destinan a cuidar y embellecer, pero que a la postre pueden causar todo tipo de patologías, no solo en la piel, sino en los órganos vitales. Desde alergias más o menos severas a problemas respiratorios, cardiovasculares, neurológicos e, incluso, algunos tipos de cáncer. Sin exageraciones y con los datos en la mano, se calcula que existen unos 12.000 ingredientes con los que se formulan todo tipo de cosméticos de higiene y tratamiento; lo terrible es que de ellos, solo 2.400 han sido investigados bajo esta nueva perspectiva de la contaminación hormonal y de ellos 1.200 (un alarmante 50%) son tóxicos.

¿A qué nos estamos enfrentando? ¿Qué son estos malévolos disruptores endocrinos o contaminantes hormonales? “Los EDC, según sus siglas en inglés, son un conjunto diverso y heterogéneo de compuestos químicos exógenos, capaces de alterar la síntesis, liberación, transporte, metabolismo, enlace, acción o eliminación de las hormonas naturales del organismo; es decir, los disruptores endocrinos alteran el sistema hormonal de personas y animales.”, aclara Nicolás Olea catedrático del Departamento de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada y director de varios proyectos de investigación sobre estos nuevos villanos ocultos. “La contaminación procedente de los cosméticos, prosigue el experto, es de las más graves porque es casi farmacológica”.  ¿Cómo? “Los contaminantes hormonales presentes en las fórmulas cosméticas son elementos pseudopersistentes, lo que significa que no se acumulan en el tejido adiposo como los persistentes –aún más nocivos-, pero como las dosis son diarias al repetirse los mismos los gestos jornada tras jornada (ducha, loción hidratantes, labios pintados….), acaban siendo persistentes y presentes en sangre y orina”. 

En este punto, conviene aclarar que se necesitan alrededor de 20 años de el uso asiduo de un contaminante hormonal para que se genere una enfermedad. Sin embargo, aunque las leyes europeas ya se han hecho eco de las recomendaciones de la OMS y prohíbe expresamente el uso cosmético de algunas sustancias clasificadas como carcinógenas, mutágenas o tóxicas, sí admite la utilización de otras con restricciones de concentración y/o empleo. Por ejemplo, si la sustancia tóxica se encuentra en el producto en un porcentaje por debajo del 5% , se considera inocua. Algo chocante porque surgen muchas dudas con respecto a las concentraciones y sus consecuencias sobre el organismo. ¿Qué pasa con el efecto acumulativo de los cosméticos de uso cotidiano? ¿Y con el efecto cóctel resultante de combinar varios principios activos sospechosos en una misma fórmula? ¿Y con esa alarmante cifra de 9.600 sustancias cuya seguridad aún no ha pasado el filtro?

Como píldora tranquilizadora, en 2005 se puso en marcha el proyecto REACH, liderado por la comunidad científica internacional, con el objetivo de analizar, estudiar, controlar y evaluar todas aquellas sustancias que estén o quieran estar en el mercado. Algunos científicos abogaban por incluir tres estudios básicos relacionados con la salud humana: el efecto cóctel (combinación de un ingrediente con otros en el organismo humano); efecto tiempo (exposición prolongada a un ingrediente químico); y el efecto acumulativo (¿si se utiliza una vez es inocuo, pero si se prolonga su uso durante años sigue siéndolo?). La presión de lo lobbies obvió estas tres premisas y se creo –todo un avance, no hay duda- la lista REACH, que aglutina todas las sustancias químicas que para poder comercializarse deben pasar varios exámenes: toxicidad general, que indica hasta que punto es letal para ser humano; ecotoxicidad, lo mismo pero para la biodiversidad del planeta; y las propiedades físico-químicas, como la seguridad, el punto de ebullición, contaminación, etc. ¿Suficiente? A todas luces, no. De ahí que el término cosmética saludable o Toxic Free se haya convertido en la bandera de muchos laboratorios (y asociaciones civiles como Greenpeace o Ecologistas en Acción), que luchan porque la Ley prohíba completamente los ingredientes tóxicos en el ámbito cosmético y se estudien los efectos tiempo, cóctel y acumulativo. “Cuando existen 350.000.000 de mujeres en Europa que utilizan una media de 17 productos cosméticos al día, es urgente, como mínimo, informar para que cada individuo decida si sigue comprando cosmética tradicional o si se decanta por la cosmética sin tóxicos”, declara Sara Werner, co-fundadora de Cocunat.com, una tienda de cosmética on line cuyos productos son 100% seguros para la salud.

Ojo con el lavado verde 

El  estudio Come Clean about Beauty, llevado a cabo en 2012 por la Soil Association, -organización británica sin ánimo de lucro que fomenta el uso de lo orgánico y bio en todos los ámbitos-, desveló que algunas marcas de higiene y cosmética, comercializadas en varios países de la UE, incluida España, etiquetadas con expresiones como 100% natural y orgánico, no solo no son ecológicas, sino que contienen ingredientes tóxicos que dañan la salud y el medio ambiente. Es lo que se denomina como “lavado verde”; una práctica de marketing de ventas que consiste en utilizar expresiones tipo bio, natural, orgánico, etc., en la etiqueta, con el objetivo de atraer compradores sensibilizados con estos términos y que buscan un producto ecológico. El truco consiste en incluir algún ingrediente que responda a la filosofía verde, pero incluyendo en su fórmula otros principios activos que se alejan hasta la contaminación hormonal de la esencia bio. Un fraude legal, de ahí que haya que asegurarse, lupa en mano, si queremos adquirir un cosmético eco con todas las garantías de que no contiene ningún tóxico, ni para la salud, ni para el medio ambiente.

Según Stanpa (Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética de España), actualmente en la Unión Europea no existe ninguna normativa de obligado cumplimiento que detalle los requisitos que deben cumplir este tipo de cosméticos, ya que la denominada Etiqueta Ecológica Europea lanzada en 1992 como herramienta voluntaria para ayudar a empresas y consumidores a mejorar la biosontenibilidad ambiental, solo es aplicable a cosméticos que se enjuagan, champús y geles de baño, los demás quedan libres de la norma . Ante la ausencia de legislación, los fabricantes de cosméticos ecológicos se someten a los criterios de empresas privadas de certificación, que garantizan el carácter natural o bio de los cosméticos y  cada organismo certificador tiene sus propios criterios de exigencia. Un cosmético certificado siempre muestra el sello del organismo certificador. Aclarar, que es posible obtener más de una certificación, y por tanto, varios logos pueden aparecer en el mismo producto. Los principales organismos certificadores europeos son Ecocert y Cosmebio en Francia, BDIH en Alemania, Soil Association en el Reino Unido, Bioforum en Bélgica, y ICEA en Italia.

Todos ellos luchan por lograr unos estándares ineludibles de la cosmética ecológica, tanto en la formulación como en el etiquetado, y se han unido en el proyecto Cosmo-standard, con el objetivo de definir unos requisitos mínimos comunes, armonizar unas normas de certificación de los cosméticos ecológicos y naturales y llevar a cabo actividades de presión ante las instituciones con vistas a defender el sector. Hasta que las leyes se hagan cargo “oficialmente”, todas las asociaciones antes mencionadas se han acogido a los principios del estándar del sello Ecocert y diferencian dos categorías de cosmética ecológica. Así, un cosmético natural, será aquel con un mínimo del 95% del total de los ingredientes (incluyendo el agua) es natural o de origen natural; tan solo un 5% de sus componentes restantes pueden ser ingredientes de síntesis, que forman parte de una lista que incluye algunos conservantes y sustancias auxiliares muy restrictivas; además, como mínimo el 5% del total de los ingredientes debe proceder de agricultura ecológica, que representa como mínimo el 50% de los ingredientes vegetales. Si además, el producto pretende alcanzar la denominación de cosmética bio o ecológica, el 95% del total de los ingredientes tienen que ser natural o de origen natural; como máximo, el 5% restante pueden ser ingredientes de síntesis que forman parte de la lista restrictiva; un mínimo del 10% del total de los ingredientes ha de proceder de agricultura biológica, que representa como mínimo el 95% de los ingredientes vegetales. Para no perderse entre tanto porcentaje, lo ideal es buscar los logos ecológicos en la etiqueta y no dejarse guiar simplemente por los términos “verdes” que en ella figuren.


Los malos de la etiqueta 

 

Existen sustancias tóxicas en los cosméticos que se camuflan detrás de nombres imposibles, en letra diminuta, pero que figuran en lo que se conoce como INCI (International Nomenclature Cosmetic Ingredient), en esta lista aparecen todos los ingredientes del producto ordenados de mayor a menor porcentaje de concentración. Enumerarlos todos es misión de químicos y titanes.  ¿Los más comunes?

  • Aluminio y derivados. Metal cuya toxicidad ha sido avalada por numerosos estudios, entre otros el realizado por la OMS sobre la relación entre el aluminio y el Alzheimer, que se absorbe tanto vía oral como tópica. Su presencia más común en cosmética está en los antitranspirantes formulados como clorhidrato de aluminio.
  • Parabenos. Conservantes por antonomasia hasta principios de siglo debido a su capacidad para impedir la proliferación de bacterias y microorganismos, en 2004 pasaron de ser “sospechosos” a “culpables”. La condena la propició un estudio realizado en Inglaterra con mujeres afectadas de cáncer de mama, que reveló la presencia de parabenos en el 90% de los casos. La investigación desató mucha polémica, pero son muchos los científicos, como el Doctor Phillip Harvey, editor del Journal of Applied Toxicology,  que aseguran  que estos compuestos están relacionados con el aumento de la incidencia del cáncer de mama ya que pueden imitar el comportamiento de los estrógenos y favorecer el crecimiento de tumores asociados a los niveles de éstos como es el caso del cáncer de pecho. ¿Los más utilizados? methylparaben o e-218, ethylparaben o e-214, propylparaben o e-216, butylparaben o e-209
  • Aceites minerales procedentes del petróleo. Parafinas, petrolatum. Muy frecuentes en los labiales. Un reciente estudio de la OCU sobre 20 labiales de gama básica ha demostrado que solo 7 se libran en su fórmula de contener MOAH (Mineral Oils Aromatic Hydrocarbons) y MOSH (Mineral Oils Saturated Hydrocarbons), sustancias restringidas en alimentación y que no deberían encontrarse en un cosmético que terminará siendo ingerido. La primera, puede alterar el ADN y provocar cáncer; la segunda, se acumula en los tejidos, nódulos linfáticos, bazo e hígado, y pueden ocasionar microgranulomas.
    La asociación europea de fabricantes de cosméticos recomienda que no superen el 5%.
  • Parafina.  Otro derivado del petróleo muy presente en las cremas ya que proporciona a la piel un aspecto de suavidad y tersura. Sin embargo, es altamente oclusiva, tapona los poros e impide que la epidermis transpire normalmente y se deshaga de las toxinas. La parafina es también la materia prima de la mayoría de las velas que se encuentran en las tiendas. Pues bien un estudio realizado por la Universidad de California presentado en la American Chemical Society asegura que los gases que se producen cuando encendemos velas de parafina producen cáncer. Sus nombres más frecuentes en cosmética son: Parafina, Paraffinum, Paraffinum liquidum, Petrolatum, Petroleum, Glicol Propileno y Vaselina.
  • Ftalatos. Sustancias disolventes y suavizantes bastante comunes en cremas, esmaltes de uñas, perfumes o lacas capilares. El 22 de marzo de 2001 el Parlamento Europeo prohibió su uso en la fabricación de juguetes susceptibles de que los bebés pudieran introducírselos en la boca, lo que da una idea de su peligrosidad para la salud. Son numerosos los estudios que avalan que intervienen de forma nociva en el funcionamiento del sistema hormonal, como el llevado a cabo en la Universidad de Rochester (EE.UU) que demostró que la exposición prolongada a estos disruptores está íntimamente ligada a la aparición de anomalías genitales en los bebés varones. En las etiquetas de cosmética industrial, los más comunes son: Dietilexiloftalato o DEHP, Butilbenziftalato o BBP, Dibutilftalato o DBP, Butildecilftalato o BDP, Diunddecilftalato o DUP.
  • Derivados del formaldehído: el formol se usa como conservante. En 2004, la OMS lo incluyó en la lista de sustancias cancerígenas por incrementar el riesgo de cáncer de nasofaringe y de leucemia. Actualmente está prohibido en las fórmulas cosméticas, pero aún se pueden encontrar sus derivados con las siguientes nomenclaturas: Ben- zylhemiformal, TosilamideFormal- dehyderesin, 3 diol (conocido como Bronopol), 2-Bromo-2-nitropropa- ne-1, 5-Bromo-5-nitro-1, Diazolidin- yl urea, 3-dioxane, Quaternium-15, Methenamine, Imidazolidinyl urea, Sodium-Hydroxymethylglycinate, DMDM Hydantoin  y sustancias que con el prefijo MDM, DM,DMDM, DMHF o DEMD
  • PEG. El Polietilenglicol (PEG) es una mezcla de compuestos químicos que se utiliza como emulsionante y humectante y es uno de los ingredientes “estrella” de multitud de champús. Su grado de peligrosidad depende sobre todo del resto de ingredientes que compongan el producto, ya que al tener un gran poder de penetración, junto con los PEG, también penetran otras sustancias tóxicas. Uno de los PEG más empleados es el Sodium Laureth Sulfate (SLS), que según el Colegio Americano de Toxicología se acumula en el corazón, el hígado, los riñones y el cerebro. ¿Cómo reconocerlos en las etiquetas? PEG + un número o Sufijo TH (como Steareth o Laureth).
  • Talco. Forma parte de numerosos productos cosméticos como maquillajes y polvos para bebés. También se emplea para lubricar preservativos, lo que provoca fibrosis en las trompas de Falopio y, como resultado, infertilidad. En 1997 un estudio publicado en el American Journal de Epidemiología reveló que usarlo en la zona genital regularmente aumenta el riesgo de padecer cáncer de ovarios hasta un 60%. Además se sabe que, al tapar los poros de la piel e impedir que ésta realice sus funciones naturales, predispone al acné, alergias, dermatitis, irritación o sarpullido y envejecimiento prematuro.
  • Triclosan. Muy habitual en jabones, pastas de dientes, polvos compactos, maquillajes y colutorios bucales,  su uso fue restringido en abril de 2014 por el Comité Científico para la Seguridad del Consumidor de la Comisión Europea (SCCS) por su acción como contaminante hormonal. En la actualidad solo se puede incluir en una concentración del 0,3% en todo tipo de cosméticos y de un 0.2% en los colutorios bucales.
  • Benzofenonas: Las benzophenonas (Oxybenzone, benzophenone, methoxydibenzoyl- methane y dibenzoylmethane) son filtros solares que pueden tener comportamiento cancerígeno y alérgico. También denominados como nanomateriales, desde 2016 están muy vigilados por la FDA y la Comisión Europea del Medicamento no solo por los posibles riesgos para la salud, sino por la contaminación de las aguas cuando se utilizan en fotoprotectores, tanto que en algunas playas ubicadas en zonas protegidas está prohibido sumergirse si el bronceador lleva alguna de estas sustancias. En el INCI pueden aparecer como: Benzophenone-2, 4-methybenzyliden Camphor, ethyl-hexylcinnamate, octocrylene, etc.

                                                                                      Enfermedades en el bote

 

No se trata de generar falsas alarmas, pero sí de concienciar de la maldad de los denominados contaminantes hormonales, esas sustancias tóxicas que se cuelan en las formulaciones de muchos cosméticos industriales y que interfieren en equilibrio hormonal del ser humano. Estos son sus principales efectos:

  • Enfermedades cardiovasculares: los disruptores endocrinos que actúan como obesógenos o diabetógenos incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
  • Daños en el sistema reproductor masculino: disminución de la calidad del semen e infertilidad, malformaciones congénitas del tracto urogenital como criptorquidia (no descenso testicular) e hipospadia (posición anormal de la apertura de la uretra).
  • Alteraciones en el desarrollo del sistema neurológico: déficits cognitivos o de conducta (hiperactividad, dificultad de concentración, pérdida de memoria, pérdida auditiva, falta de coordinación motora, dificultades de aprendizaje…
  • Daños en el sistema reproductor femenino: pubertad precoz, reducción de la fecundidad, síndrome de ovarios poliquísticos, reducción de la fertilidad, resultados adversos del embarazo, endometriosis y fibroides uterinos (tumores no cancerosos).
  • Trastornos del sistema neuroinmunológico: encefalopatía miálgica, síndrome de fatiga crónica, síndrome de fatiga postviral, fibromialgia y esclerosis múltiple.
  • Tumores en órganos hormonodependientes: cáncer de ovarios, mamas, próstata, testículos, tiroides.

1 Comentarios

  • angeles
    Posted 9 March, 2020 11:36 am 0Likes

    Aterrada me he quedado con el artículo, tengo que empezar a tener mas cuidado con los productos cosméticos.

Comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.