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Nada menos que 15 años han transcurrido desde el último gran lanzamiento perfumístico de Chanel. En 2002 salió a la venta Chance y desde entonces la marca ha rentabilizado estupendamente las versiones y “reversiones” de sus creaciones más exitosas (Nº 5, Cocó, 19 – mi favorito, hasta ahora- y la propia Chance). Pero la espera ha merecido la pena y la fragancia elaborada por Olivier Polge tiene visos de convertirse en un nuevo bestseller de la marca. Y no sólo por la historia que hay detrás (según la maison, este nuevo perfumeexpresa toda la personalidad de Gabrielle, sus facetas públicas y privadas, su temperamento indomable y su alma enamorada”) que también,  sino, y sobre todo, por cómo huele, que al fin y al cabo es lo que importa en una fragancia, ¿o no?.

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¿Y a qué huele Gabrielle Chanel? A todas las flores blancas presentes en la historia de los perfumes de la marca: ylang ylang, jazmín, flor de azahar, nardo,… Pero Polge y el Laboratorio de Creación y Desarrollo de los Perfumes Chanel, lógicamente no se han limitado a recrear el aroma de estas flores blancas, han ido más allá y tras estudiar su estructura y sus moléculas han conseguido aumentar la intensidad del jazmín, aportar un toque aterciopelado adicional en los pétalos de de ylang ylang con notas de almizcles blancos;  acentuar la untuosidad del nardo blanco con la madera de sándalo láctea y proporcionar más frescor a la flor de azahar con cáscara de mandarina  y toques de pomelo y grosella negra. El resultado, os puedo asegurar, que es excepcional. Lo llevo usando todo el verano (aunque sale a la venta el 1 de septiembre) y os puedo decir que han sido muchas las veces que me han preguntado qué perfume llevaba.

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Fotos: Chanel

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