La primera vez que me escapé tenía 28 meses (os hago el cálculo, 2 años y medio). Lo llevo en los genes, lo de escaparme. Recuerdo a un pastor, con cabras y ovejas; recuerdo un día radiante de verano; recuerdo un río de montaña; recuerdo una aldea y a un niño de 8 años que me dijo: ¿te vienes conmigo allí arriba? Recuerdo que dejé todo lo que tenía entre manos y me largué. Lo que no recuerdo es muy bien el porqué. No sé si fue la ternura que me dio el rebaño (y que tengo instinto de cabra, que no de oveja); no sé si fueron los ojos verdes de Pedro (sí, como el de Heidi, mi pastor se llamaba Pedro), pero estoy por asegurar que lo que me tiró al monte fueron las viandas que el cabrerillo llevaba en el zurrón: chorizo, cecina, lomo (todo de León, que allí se ubica mi aldea) y pan de hogaza. Lo que sí recuerdo es que me encontraron durmiendo ricamente a la sombra una escoba (también llamada planta genista). Y que nadie me regañó, al contrario me dieron besos, abrazos y más de comer. De ahí creo que viene mi afición al escapismo, a lo de largarme para que me echen de menos y luego me colmen de amores.

Las escapadas son la forma más hedonista de superar el estrés, de mimarse, de gozar. Pero hay que saber huir sin ser cobarde, solo libre. A mí me gusta hacerlo sin planes previos, a lo que salga. Eso que se llama una ruta on the road. Así me he pasado el acueducto que los madrileños tenemos a primeros de mayo. No pensaba yo tener unos días de carretera y manta, pero no pensar no significa no realizar, y la tentación (como las viandas de Pedro) de pirarme con mi amiga Marián Vilá (y nuestras dos perras patada, Gina –una maltesa- y Triana –mi yorkie-) a Asturies, al Paraíso de Llanes y sus aledaños, pudo con toda mi sensatez. 


¿Cuál es el plan?, pregunté. No hay plan, respondió mi compañera de viaje. Mejor. Nuestro plan C, ha superado al A y al B. La casa de Marián en Poo de Llanes (que hay otro cerca de Arenas de Cabrales desde donde se ve el Naranjo de Bulnes) es un refugio cinco estrellas, del que sólo mostraré las velas que nos acompañaron todas las noches entre risas, confidencias y cabezadas, porque lo demás es íntimo y privado. 


Su entorno, un privilegio. Mires donde mires, llueva, orvalle o haga sol, es una imagen de postal. Casitas de colores intensos, prados verdes (muy verdes, verdísimos este año), picachos como agujas (la Sierra de Cuera) a los que una quiere subir para contemplar sus bonanzas visuales, y mar. Un Mar Cantábrico que aquí se expresa con toda su fuerza. Acantilados, islotes, calas, playas… Vistas de película. Son muchos los cineastas que han utilizado como fondo de sus historias las playas de Torimbia, Toranda, Toró,… o las casonas indianas con sus torres, sus galerías y sus verjas, al más puro estilo de la familia Monster, que salpican la costa y laderas de estas tierras. Pero no hace falta ser ni Garci ni Amenábar para montarse un guión y triunfar. 



A mí me ha bastado con descubrir que hay un paso de baile del folklore astur, el paso de El Pericote, que según Marián es lo más sensual del mundo, que te enamora cuando un hombre te lo dedica. El maestro de ceremonias, al tiempo que alcalde de Poo (Ramón Martínez), ha prometido bailármelo, con traje típico incluido. Creo que no me va a quedar más remedio que ir a presenciarlo en directo el próximo día 15 de Agosto, cuando celebran el día grande de las fiestas. Otro hallazgo, la bonita costumbre de Llanes de acompañar el vino o la sidra del aperitivo con un platín de percebes (a precio asumible) o unas patatas al cabrales, o unas africanas (nécoras) o un choricito… 


Uuhmmmmm. Por no hablar del pitxin o de los chuletones. Vayas donde vayas, comes divinamente y te arropa ese acento tan peculiar y cantarín de los asturianos. Si encima tienes la suerte de que luzca un sol de escándalo, la gloria está asegurada simplemente con contemplar lo que ves y dejarte llevar. Para eso son las escapadas, para librarse de las preocupaciones que nos entristecen y afean, para que te acune la vaguería y convertir la pereza en virtud. Para recuperar la energía que nos roba el día a día. Para hacer del asueto una terapia de choque que cultive el espíritu… y el cuerpo… y la mente. Creo que por eso soy escapista. Y afirmo que Asturies es un Paraíso Natural, un gran SPA de lujo. Por sus gentes, por sus viandas, por sus parajes… ¡Puxa Asturies!

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