En los champús, en los desmaquillantes, en las mascarillas, en los productos de styling, en los cosméticos solares, en los corporales, en los faciales. Las fórmulas a base de aceites son tendencia. De argán, de rosa mosqueta, de jojoba, de moringa, de oliva, de árbol de té,… no hago más que ver aceites en todas las listas de ingredientes de los cosméticos que recibo. ¿A qué se debe este oleoboom? ¿Por qué se han puesto de acuerdo todas las firmas en utilizar esta textura?
Hasta hace muy poquito, los aceites estaban defenestrados por los cosmetólogos de los grandes laboratorios comerciales. Salvo firmas como Decléor, que utiliza los aceites esenciales desde su lanzamiento al mercado como ingrediente estrella de sus productos, todas las demás evitaban las fórmulas oleosas por aquello de que tardaban demasiado tiempo en absorberse y las texturas ligeras gobernaban el universo cosmético. Salvo en la galaxia capilar casera, en aquellas melenas gruesas, encrespadas y rebeldes, que lo de utilizar un poco de aceite de almendras o de oliva para suavizar el cabello, era uno de esos gestos hogareños que se realizaban de manera ancestral y de generación en generación. Eso sí, el pringue era importante y precisaba de un lavado a posteriori para no ir con el pelo como una aceitera. Y es de ahí de donde viene la moda. O al menos eso es lo que me respondieron la semana pasada en la presentación en sociedad de Grands Crus de Elixir Ultime (Kérastase), apellidados comercialmente como “nuevos aceites perfumados sublimadores de la belleza del cabello” (desde luego el marketing sabe apodar sus creaciones). 
Según me contaron, han copiado el gesto de las mujeres brasileñas, que además de pasión por cuidar sus nalgas (a las occidentales nos da por primar el pecho antes que el trasero) lo de gobernar sus crespos cabellos les trae de cabeza. Claro que la mayoría de las brasileñas –la Bundchen también es brasileña y de cabello rizoso y encrespado, nada– tienen una textura y forma capilar muy alejada de la europea, sobre todo de la nórdica, la anglosajona o la germana cuya finura capilar es tan común como sus ojos claros. En el Mediterráneo la cosa cambia, pero pocas somos las que tenemos el pelo afro o casi, propio del país de la samba. Así que seguí insistiendo, que cuando insisto me pongo realmente cabezona, “ya pero es que el pelo de las brasileñas…” Y confesaron la verdad, lo de copiarles el gesto es cierto, pero también lo es que la tecnología cosmetológica del siglo XXI les ha permitido formular con aceites y conseguir que hasta el cabello fino se aproveche de sus propiedades sin quedarse lamido y tísico. Y como a la tecnología y las patentes hay que sacarles provecho, pues han trasladado la sabiduría a todos los cosméticos que se lo permitan: los champús, las mascarillas, los desmaquillantes, los sprays capilares, los solares…

Sin embargo, yo tengo mis propias opiniones al respecto. Aunque alguna de ellas vaya en contra de la tendencia y la tecnología. Me encantan los sprays bronceadores en aceite, concretamente adoro el de Vichy SPF 40, un lanzamiento del año pasado que realmente ha sido un hito para mi piel lechona y sensible al sol, el salitre, el cloro, el viento… Te lo pones, te protege y te deja la piel como un melocotón. Sí, en solares, soy una firme defensora de los aceites. Y en lo corporal también, concretamente soy adicta al Youth activator body sérum de la línea Aromessence Excellence de Decléor, que reafirma como un panty y cunde como la crisis (que nunca se acaba) y al Monoï Morinda de Les Polysianes de Klorane porque huele a verano y es multiusos. 
Otro cantar son los capilares. No soy yo muy de aceites. Reconozco que dejan el cabello sedoso y brillante y que eliminan el encrespamiento, pero a mi pelo no le favorecen nada más que si están camuflados en un champú o un acondicionador. Si me los aplico como mandan los cánones, tengo inevitablemente sensación de pringue, aunque he de confesar que hace unos días me hice un tratamiento en Franck Provost, invitada L’Oréal Professionnel a probar su Mythic Oil, y mira tú, me gustó, pero el cabello se me ensució antes de tiempo. Claro que ni me tiño, ni uso planchas ni tengo el pelo encrespado, así que con los aceites que genera mi cuero cabelludo, me basta y sobra. En el rostro me pasa un poco lo mismo, salvo cuando tengo una cierta tirantez, mi zona T y mis brillos innatos en la misma no hacen buenas migas. Lo mío son las texturas ligeritas… Eso sí, para desmaquillarme cuando me maquillo, sí; para limpiarme a diario, no.


3 Comentarios

  • CocotteMinute
    Posted 9 July, 2012 12:11 am 0Likes

    Como me gustan tus post, princesa. Si e mi depende, aceite tos de Decleor no te van a faltar nunca. Tu Roco que te adora.

  • Silvia Quirós
    Posted 9 July, 2012 9:46 am 0Likes

    Muy buen post, está super de moda esto de los aceites, si me dicen hace un par de años que me estaría aplicando aceite en el rostro o en el pelo te hubiera mandado a la porra! me gustan la verdad que si! gracias por compartir un beso

  • Chic and Health
    Posted 9 July, 2012 7:13 pm 0Likes

    El aceite de Monoi es uno de mis favoritos y efectivamente, huele a…verano!!!!
    Un saludo!

    Chic & Health

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