LECCIÓN 9: BEAUTY PARA ENCHUFADOS, por JOHN QUERAS

Hola, me llamo John Queras. Hooooola, John. Y soy tecnotorpe. Aplausos. Así fue mi presentación en Tecnotorpes Anónimos. Esto de la tecnología nunca ha estado entre mis aficiones. No es que crea que cualquier cosa que se enchufe a la red eléctrica sea obra del diablo, tampoco es eso. Pero me cuesta entender por qué los fabricantes no llaman a las cosas por su nombre. Por ejemplo, en la tele hay una salida para enchufar el lector de deuvedés. Bien, pues en lugar de llamarlo salida para conectar el lector de deuvedés lo denominan algo así como puerto HDMI coaxial de no-sé-qué.
Así no hay quien se aclare. Jamás he tenido móvil propio y ni uno sólo de los canales de la TDT de mi tele coincidía con la cadena en cuestión. Tenía La 1 en el canal 23, La Sexta en el 42… He de confesar que en una ocasión me vine arriba, perdí de vista mis tecnolimitaciones e intenté configurarlos por orden.
¿El resultado? Desprogramé absolutamente todos los canales y lo único que podía ver era el UHF y en blanco y negro. Y así estuve hasta que mi hermano pequeño recibió un S.O.S., se personó en mi domicilio y lo arregló como quien no quiere la cosa. Yo lo miraba fascinado mientras él, presionando un par de botones del mando a distancia con total naturalidad y, para más inri, tomándose un botellín de Mahou Clásica, conseguía en cinco minutos lo que yo no había logrado en una semana. Y es que me he dado cuenta de que con lo que me llevo realmente mal no es con la tecnología en sí misma, sino con el lenguaje tecnológico. Creo que facilitaría mucho las cosas si lo hicieran por colores, como las líneas del Metro de Madrid. El enchufe azul con el puerto azul, el rojo con el rojo y así sucesivamente. Eso sí, en cuanto la tecnología se pone al servicio de la belleza, el tema cambia. Me convierto en un verdadero MacGyver de los gadgets. Los entiendo y ellos me entienden. Hablamos el mismo idioma. La tecnobelleza es ya una realidad que nos hace la vida más sencilla y llega donde la belleza tradicional ni siquiera imaginaba. ¿Cómo se secaría la gente el pelo antes de que se inventase el secador? Acciones tan habituales para nosotros como ésta eran pura magia hace un siglo. Por cierto, se comenta en los mentideros de la beauty, aunque no sé cuánto de leyenda urbana hay en la historia, que el primer secador se construyó a partir de una aspiradora. En la actualidad, las marcas no dejan de lanzar al mercado tecnoproductos cada vez más avanzados, más pequeños, menos pesados y, además, multifuncionales y con diseños ergonómicos que facilitan su utilización. Como sigamos así, acabarán inventando un barbero que, además de rasurar, haga la compra online, saque entradas para el cine y bañe a los niños. Y es que estos pequeños aparatos electrodomésticos se están haciendo cada vez más indispensables en nuestras vidas y, por qué no decirlo, más humanos. Así como los grandes músicos bautizan sus guitarras, como la Lucille de BB King, ¿acabaremos nosotros poniéndoles nombres a nuestros tecnoaparatos? Aunque, y por mucho que los humanicemos, no creo que lleguen al nivel de Rutger Hauer en Blade Runner y acaben teniendo sentimientos y viendo rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhaüser. O sí.
John Queras recomienda:

BodyCruzer Black de Braun: esta afeitadora corporal nos gusta porque combina las ventajas del afeitado seco y húmedo. Es perfecta tanto para deportistas como para los que tenemos agujetas con sólo pasar por la puerta del gimnasio. Si eres de ésos que aún yendo en bañador por la playa parece que llevas puesto un jersey negro de cuello vuelto, sin duda aquí tienes la solución. Cuesta 70 €.

Vacuum Hair de de Rowenta: este cortapelo nos gusta porque incorpora un sistema de aspiración que recoge todo el cabello cortado y lo almacena en un depósito extraíble, por lo que la limpieza posterior se simplifica al máximo. Si has utilizado alguna vez una máquina parecida en casa, sabrás que, al terminar, tu cuarto de baño parece el escenario de una pelea a muerte entre el Yeti e Isabel Pantoja. Con este práctico aparato, el lavabo se mantendrá limpio como una patena. Cuesta 70 €.

SalonStraight Men de Philips:esta plancha para el pelo nos gusta porque está diseñada especialmente para nuestro tipo de cabello. Como la mayoría de los tíos tenemos el pelo corto, sus placas son más estrechas que las de las tradicionales planchas para mujeres. Obviamente, si estás como una bola de billar este producto no es para ti. Tampoco para todos aquéllos que luzcan cortinilla a lo Anasagasti (para todos éstos aprovecho la ocasión y les recomiendo un rasurado total, con el que se recupera al instante la dignidad capilar). Cuesta 40 €.
MB450 con USB de Remington: este barbero nos gusta porque puede cargarse a través del ordenador gracias a su puerto USB. Además, su tecnología Eco Speed Tune permite ajustar la velocidad de corte según el grosor de la barba, aumentando así el ahorro de energía y, por tanto, haciéndolo un producto más respetuoso con el medio ambiente. Es tan sencillo de utilizar que hasta yo sé hacerlo. Cuesta 60 €.