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Dicen las malas lenguas que “las mujeres” nos volvemos invisibles a partir de cierta edad. Así, sin anestesia, metiendo a toda la población femenina en el mismo saco, sin clemencia ni cuartelillo. Sin embargo nadie dice que “los hombres” dejen de ser visibles, ni tan siquiera hay una frase hecha o pensamiento metafísico que exprese que la población masculina deje de estar presente tenga la edad que tenga. Muy al contrario, nosotras somos bastante más benévolas con sus canas (en el mejor de los casos, si todavía tienen pelo), sus prominentes estómagos, sus ruidosos ronquidos, sus profundas arrugas, manías y malos humos.

Pero no voy a hablar hoy de los hombres, es un tema que aunque se me da bien, me pasa con ellos como con el golf, las pelis de Bruce Willis o el teatro experimental, que me aburren soberanamente. Me siento bastante más interesada por el universo femenino, por aquellos temas que me incumben directamente: nosotras y nuestras peculiaridades. A fin de cuentas, mujer soy y llevo exactamente cincuenta años viviendo en esta piel y ordenando estas neuronas.

Por supuesto no voy a decir que la discriminación por la edad es imaginaria. Es algo que existe, pero también creo firmemente que hay muchísimas maneras de seguir vigentes sin tener que mentir u ocultar la edad. 

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Verás, las mujeres tenemos la costumbre (buena o mala) de mirar, y por eso vemos; es fruto de una inherente vena observadora que nos proporciona “súperpoderes” para ver cosas donde otros no las ven.  Consciente del tema que nos ocupa, llevo varios días observando a algunas de ellas, de una edad aparentemente comprendida entre los cuarenta y tantos y los sesenta y tantos. Solas, de dos en dos o en grupito alborozado, pateando las calles o andando a paso rápido camino de sus trabajos, mirando escaparates o sudando la camiseta. Mujeres vestidas sin aspavientos, algunas más llamativas y peripuestas, el pelo lavado en casa, otras de peluquería, con la cara lavada o con los labios rabiosamente rojos, la mirada alegre, brillante y curiosa. Y las encuentro, fuertes, sonrientes, contentas y felices.

Ese es el grupo de mujeres en las que no se fijan los hombres; esposas, ex esposas y madres que siguen al pie del cañón sustentando pilares importantes, vigas que –de romperse- arrastrarían la estabilidad de sus maridos y familia. Pertenecen a esa generación madurescente que quiere preservar su patrimonio de belleza sin querer ser jóvenes a toda costa. Mujeres que en algunos casos, ya superados los 50 se resisten a la invisibilidad social y reclaman su espacio. 

Photo by Lancôme

Afortunadamente, muchas marcas de moda y belleza han captado el mensaje. ¡Somos un filón! Julianne Moore se desnuda para Bvlgari en su campaña de bolsos; la reina del Pop, Madonna, esconde su mirada tras las gafas de Dolce & Gabanna y la firma cosmética Dior se convierte en pionera en presentar a una Sharon Stone, madura y mejorada con la añada para hablar de piel; L’Oréal Paris, presenta a una Jane Fonda espectacular muy pasados los 70, Lancôme a la “pretty womanJulia Roberts ya cumplidos los 50, y la más reciente incorporación, Monica Bellucci para la casa Nivea, que continúa siendo un mito sexual a los 55. Con todas ellas, la publicidad quiere conectar y dar respuesta a todas esas mujeres que se levantan por la mañana, se miran al espejo y son conscientes de que los años pasan, que las huellas del tiempo están ahí, que ya no les acompaña la frescura que tenían a los 30, sus rostros y sus cuerpos se alejan de la perfección, pero que tienen sexy, energía, vida, proyectos para dar y tomar.

Es de agradecer que la tiranía de la publicidad se acuerde ahora (más vale tarde que nunca) y eleve a la categoría de icono estético a mujeres famosas que han sobrepasado con creces la juventud.

Photo by Nivea

Estoy a favor de la belleza sin números, de la feminidad sin fecha de caducidad, de la sensualidad eterna de “la que tuvo retuvo”. Porque la belleza no es cuestión de edad, sino de actitud; ni lo bueno termina con la juventud, ni lo malo empieza con una fecha impresa en el DNI. ¿35 años o 55? La brecha entre ambas edades hoy queda diluida en una generación de mujeres que se sienten bien en su piel, se cuidan a fondo y se rebelan contra el anonimato. Tenemos mayor poder adquisitivo, lo que significa que invertimos en cosmética más que la media, defendemos nuestras posiciones, estamos informadas de todo lo nuevo, nos gusta probar y somos apasionadas de la belleza como vía de expresión. En resumen, somos la gran promesa de la industria. 

Esta filosofía ha impregnado también el campo de la medicina estética, un mercado que mueve más de mil millones de euros en España, que crece al ritmo de un 15% anualmente, y que ha sabido recoger el guante de esta comunidad de mujeres dispuesta a contradecir lo que le marca el calendario. El aumento de la esperanza de vida, las exigencias del entorno y un papel más activo en la sociedad nos ha llevado a la necesidad de sentirnos más a gusto con nuestro físico durante más años, y eso no se consigue con una varita mágica, sino mediante procedimientos estéticos, que han entrado a formar parte de nuestra rutina de cuidados. Esto significa que millones de mujeres no hacen ascos a las agujas (y no me refiero a la encomiable labor de hacer punto)  sino a los pinchazos de sustancias varias que restan años en tiempo récord.

Las técnicas cada vez más simples, personalizables, seguras, indoloras y accesibles lo han hecho posible y han provocado que se dispare el número de retoques estéticos y operaciones de cirugía estética. La idea que subyace en todo esto no es parecer una adolescente a cualquier precio, sino a envejecer bien. Y no, no es frivolidad, es una aspiración legítima al alcance de todas.

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También la constante exposición en redes sociales han provocado que se dispare el número de mujeres que recurren a los “retoques” como la vía más rápida para rejuvenecer. Seamos realistas, las redes sociales se han convertido en un potente agente socializador y es uno de los canales que más se aleja de la belleza real, como ha salido en un estudio realizado por El Club de Malasmadres en colaboración con L’Occitane, y que arroja datos muy reveladores. El grupo de mujeres encuestadas señalan que la imagen que se proyecta en las redes les genera una presión añadida y que su autoestima, por tanto, se ve afectada. En este sentido, a la hora de compartir fotos, las mujeres ponen filtros a sus publicaciones y las manipulan meticulosamente antes de subirlas a sus redes. 3 de cada 4 retoca la imagen antes de compartirla, y el 97% reconoce que repite la foto si no le gusta como sale.

La última excentricidad relativa a la imagen personal llega de las clínicas americanas de cirugía estética, donde algunas pacientes piden parecerse a sus fotos con filtros de snapchat. Anécdota, moda pasajera o tendencia, lo que parece claro es que la preocupación excesiva por cómo nos vemos y por cómo nos ven los demás se ha multiplicado exponencialmente en la última década por los miles y hasta millones de ojos que observan a través de la redes sociales. Pero este será otro tema…

Para terminar te digo: no dejemos todo en manos de la medicina estética, tampoco de los filtros, y mucho menos de la mano de Dios. Ser “incorpórea” también es una elección.

  • Mantén alta la autoestima a pesar de las primeras… o terceras arrugas, las canas, el inicio de la menopausia y algunos pequeños achaques. No todos los días te vas a sentir como una diosa, eres humana, pero existen algunas estrategias que facilitan la visibilidad. 
  • No ocultes tu edad. Proclámala a los cuatro vientos, con orgullo, sin temor. Te sentirás liberada y los demás te verán más segura de ti misma, atractiva y fuerte. 
  • Desarrolla tu carisma. El carisma no es algo innato, pero sí se puede desarrollar. Sácale partido a tu manera de hablar, andar, interactuar, reír, gesticular… Una mujer carismática nunca será invisible.
  • Marca tu estilo personal. En lugar de seguir las modas, ahora es el momento de reforzar tu estilo propio. Eclipsarás al mundo si eres una mujer única y original. El mundo está lleno de mujeres comunes, no le hace falta una más.

Y ahora te dejo con el tema “Forever Young”, de Rod Stewart, un hombre que derrocha a raudales carisma, estilo personal y tiene más años que la tana. ¡Eso es actitud!

1 Comentarios

  • angeles
    Posted 30 January, 2019 2:27 pm 0Likes

    Enhorabuena, guapa, un post genial, me ha encantado y los voy a imprimir.

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