Vaya por delante que intento hablar siempre de lo que sé, bien porque he leído, curioseado, investigado, documentado (como rigurosa periodista), o bien porque lo he vivido en mis propias carnes, y eso me permite explayarme, que es el caso.

Según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial en España, septiembre es el mes del año en el que se registra un mayor número de separaciones. Desde el punto de vista jurídico, la explicación es que durante el mes de agosto los juzgados de familia cierran, por lo que las demandas de divorcio se acumulan para el siguiente mes: septiembre. Pero desde el punto de vista social, emocional y familiar, es curioso que coincida justo tras los meses de vacaciones, cuando disfrutamos más de los momentos de placer, sin presiones profesionales, sin madrugones, sin extraescolares de los hijos, sin exigencias personales del tipo tener que maquillarse, peinarse y ponerse el tacón a las 7 de la mañana… Entiendo que ponerse de acuerdo en el destino vacacional, viajar con la familia política o pasar más tiempo juntos de lo habitual provoca ciertos roces en algunas, en otras, esto se convierte en una auténtica catarsis (porque ya llevan aguantando lo suyo), lo que se llama una purificación emocional, corporal, mental y espiritual que desemboca en un ¡¡Quiero el divorcio, cariño! (Importante la coletilla para que él vea que no hay resquemor).

Hace 20 años no era frecuente conocer casos de personas de cuarenta y muchos, 50 ó 60 años que, después de dos o tres décadas de matrimonio, decidieran separarse y poner fin a ese gran “proyecto común”. Cuestiones religiosas, sociales, económicas y legales, hacían poco probable que, a esas alturas de la vida, el divorcio fuera una alternativa viable para terminar un matrimonio mal avenido. Hoy las cosas han cambiado, la separación y el divorcio son realidades legalmente factibles y socialmente mucho más aceptadas. De hecho, las cifras hablan por sí solas y el número de divorcios entre mayores de 50 años no deja de crecer en España  (ha subido más de un 30% los 3 últimos años). Un paso duro que solemos dar las mujeres, menos propensas que los hombres a aguantar una convivencia que nos resulta insoportable.

Una de las causas que explican estos divorcios tardíos es la ausencia de un proyecto común en la vida conyugal. Cuando el matrimonio se ha volcado en el cuidado de los niños, el trabajo y todo tipo de compromisos sociales, y se ha olvidado de construir una relación de intimidad entre ellos, tarde o temprano aparecen los problemas. Si a esto le sumamos que los hijos ya son mayores y dejan el hogar puede ocurrir que la pareja se percate del vacío afectivo que sin querer han ido formando. Cuántas veces hemos escuchado “una mañana me desperté y me di cuenta de que estaba viviendo con un desconocido”. No te engañes, si alguna vez se te ha pasado este “mantra” por la cabeza, eres carne de cañón.

¡El mundo no se acaba aquí!  A partir de los 50 años empieza la mejor etapa de nuestras vidas. Todavía somos jóvenes y estupendas, tanto, que pretendemos vivir otros 40 años más, disponemos de más tiempo, nuestros hijos ya están criados, tenemos independencia económica, una gran vida social, capacidad de decisión, madurez, criterio para saber diferenciar el sí del no, y un mundo de posibilidades infinitas al final del túnel que en ocasiones cuesta ver, pero que ahí están.

Y mientras, lo que menos deseamos es a otro hombre en nuestra órbita, ¿cuánto tarda un hombre en encontrar pareja después de una separación? El mínimo permitido por el decoro. Es decir, prácticamente nada, casi antes de que se haya secado la tinta de los acuerdos pre-divorcio, ya tiene otra. ¡No pasa nada! Porque con el duelo sin desenvolver, todavía en papel de regalo, las mujeres somos capaces de exhalar un suspiro de alivio y agradecimiento por haber sido capaces de decir basta y empezar a saborear la soledad. Aprendemos a disfrutar del silencio elegido, de las salidas con amigas o de encontrar la casa como la dejaste. Disfrutamos de decidir sin pedir opinión y de tener opinión sin tener que decidir. Descubrimos el placer de dormir de un tirón, sin banda sonora de fondo. Sentimos la libertad recuperada. En definitiva, empezamos a darnos cuenta de que no es tan terrible ser “una divorciada”.

Claro que, luego, pasa lo que pasa, porque somos boomers convencidas, y empezamos a tener ganas de jugar el juego del amor… otra vez.

Encontrar pareja a partir de los 50 años es un poco distinto a cuando teníamos 20 años. A estas alturas seguramente ya tenemos una, dos o más relaciones a nuestras espaldas. Es posible que tengamos hijos y, en estos tiempos, la edad de los mismos puede variar muchísimo, desde preadolescentes o incluso más pequeños, hasta adultos. Lamentablemente también es probable que tengamos algo que nos impida encontrar de nuevo el amor, y ese algo es el miedo. Temor a que no exista una pareja compatible, terror a tener que empezar… ¿Para qué intentarlo siquiera? Porque tener pareja a cualquier edad tiene un impacto positivo sobre la salud mental, emocional y física.

Yo, que volví a encontrar el amor a los 45 años, y me casé de nuevo a los 48 (20 años después de mi primera boda), te animo a que lo pruebes. La vida es demasiado corta para amargarse y se hace más llevadera con alguien a tu lado que te ama profundamente… ¿y para siempre?

El próximo miércoles os daré todas las claves sobre cómo encontrar pareja a los 50, y las ventajas de enamorarse de “una de nosotras”. Os dejo con el cantante, compositor y guitarrista Neil Diamond y el  temazo September Morn (Amanecer en Septiembre)

1 Comentarios

  • angeles
    Posted 23 September, 2018 6:15 pm 0Likes

    Tenes toda la razón que a partir de los 50 sigue habiendo todavía mucha vida por delante pero no todo el mundo es tan valiente como tú, muchas veces el tener la vida resuelta y cómoda hace que se continúe con una vida repetitiva y monótona.

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