Con el tiempo he empezado a pensar que, en realidad, no es la persona la que elige a la fragancia, sino al revés. Que es ella la que te escoge a ti de entre todos los clientes que miran absortos las baldas de la sección de perfumería. Así, si pasas cerca de una esencia sport, esta te examina cuidadosamente y en silencio y piensa: “con este no me voy ni aunque me lo regalen, que tiene pinta de que no ha visto un gimnasio ni en fotos. Hasta que no venga un cachas en chándal yo no me muevo de aquí”.
O esa colonia cítrica y ligera que descubre la última novela de Houellebecq sobresaliendo del bolsillo de tu abrigo y se hace la longuis para que ni siquiera te fijes en ella. En cambio, la composición sutil, de elegancia discreta y recuerdo eterno, se echa en brazos del que parece un poeta sin pensárselo dos veces. Y los perfumes rebeldes, esos que van a contracorriente, se pirran por las chupas de cuero. Aunque solo sean de postureo. Dicen que las ediciones limitadas se creen mejor que las demás y solo se van con los tipos de mirada ambiciosa y traje hecho a medida. Bien es cierto que también se han dado algunos casos en que una elección que en principio parecía equivocada ha terminado convirtiéndose en un amor eterno. Nunca se sabe.
Así que, ante la avalancha de novedades que se avecinan con motivo del Día del Padre, mi recomendación es que os plantéis en medio de la perfumería y esperéis a que os elijan. Por si acaso no tuvierais suerte, en ese post os dejo cuatro planes B.
