EL BOSQUE ANIMADO REDUX, por JOHN QUERAS

Ya sabréis por los últimos posts de mis compañeros que hemos estado de consejo editorial en el balneario / hotel / restaurante / paraíso en la sierra madrileña El Bosque. Y sí, bellezaenvenaadictos, llevé equipaje: una bolsa vintage de Puma para más inri. Lo aclaro antes de meterme en faena porque así es como nacen las leyendas urbanas. Que si se me ha aparecido una chica muerta en la curva, que si hay cocodrilos gigantes en las alcantarillas, que si John Queras gusta de viajar con lo puesto.

Total, que nos personamos en la falda de la Maliciosa cuatro de los cinco componentes del equipo. Sólo faltó Clara, pero como es la nueva no queríamos asustarla tan pronto, que se confíe primero y baje la guardia. Y sí también, gracias a mi falta de orientación conseguí que se perdieran Enma a la ida y Juan Luis a la vuelta. Y eso que conozco la zona. Soy zurdo con la mano y diestro con el pie, así que creo que mis conexiones neuronales no funcionan del todo bien. Soy el anti TomTom de la navegación. He llegado a perderme en mi propia casa de 55 m2 y sin estar en plan David Hasselhoff comiendo hamburguesa. 
Pero bueno, a lo que vamos. Llegamos a El Bosque la siguiente troupe: Enma de Scarada sin máscara, pero con florete (no lo suelta ni en la ducha); Juan Luis Cano, guitarra en ristre y con una trolley repletita de buen humor; María Eugenia León, aka Geni, aka esa jefa que ha hecho un pacto con el diablo (debe de tener un autorretrato pudriéndose en el sótano de su casa porque lo suyo no hay quien lo entienda) con el Mac a cuestas y con la sana intención de trabajar, y el que suscribe, con bolsa vintage de Puma, insisto, al hombro. A las 14:32 h., sentados a una mesa con vistas a un Madrid que desde la lejanía parece incluso una ciudad habitable y con una lasaña de emmental y verduras en mi plato, dimos por comenzado el consejo editorial. Eso sí, como todo lo allí debatido es alto secreto, no os puedo contar nada. La sobremesa la hicimos directamente en la zona de aguas, con un circuito termal que empezó con un baño turco, siguió por la piscina de chorros y el jacuzzi y terminó en el pediluvio y las duchas con aromaterapia. 
Después, mientras Juan Luis deleitaba, guitarra en mano, al público asistente con un repaso de los palos flamencos y pasaba de la soleá a las bulerías sin apenas esfuerzo, Enma y Geni probaban un masaje facial ayurvédico con aceite tibio de sésamo. Al terminar, y como es un tratamiento rejuvenecedor, sus DNI fueron requeridos por el personal competente para que pudieran acceder al bar. Dos teenagers parecían. Y así, dedicados a la contemplación, sidrita en mano, echamos la tarde. Como la manzana tiene propiedades astringentes, pensamos que eliminaríamos impurezas y reafirmaríamos el cutis, pero nada más lejos de la realidad. Al día siguiente, era nuestro turno. Mientras Juan Luis recibía una sesión de flotación con técnicas de estiramiento y relajación, o sea, un masaje acuático, yo me decanté por uno con piedras calientes, de origen hawaiano, como Obama. Yes we can con la terapia geotermal. Tremendo. Es un tratamiento relajante de una hora que combina los beneficios del masaje con el poder curativo del calor y las propiedades equilibradoras de las piedras pulidas de origen volcánico. Se trabaja sobre los chakras, favoreciendo así el flujo de energía por todo el organismo y la estimulación muscular. Un gustazo para cuerpo y alma, vaya. 
¿Que qué saqué en claro de este I Consejo Editorial de Bellezaenvena? Que la risa es el ingrediente activo de belleza más poderoso que existe y que las marcas cosméticas todavía no han sido capaces de sintetizarla e incluirla en sus fórmulas. Menos mal.