Eso sí, siempre que se utilicen bien. Siempre en medios y puntas y nunca en la raíz, a no ser que sea un aceite especialmente formulado para aplicar en el cuero cabelludo, que también los hay. Pero, como regla general, el área de actuación diaria de los aceites son los medios y las puntas del cabello.

Y esto no es algo nuevo. Los aceites capilares ya se utilizaban, y mucho, en el Antiguo Egipto y la Antigua Roma y las mujeres siguieron usándolos durante mucho tiempo hasta que el siglo XX los relegó al olvido.  Hace unos veinte años, volvieron a hacer acto de presencia  en  forma de elixires sublimadores capaces de dar lustre a las melenas más apagadas. Aunque entonces, y hasta hace muy poco, las más escépticas recordaban a sus madres advirtiendo del peligro de que acabáramos envueltas en una suerte de fritanga cosmética, el tiempo ha dado la razón a quienes apostaron por el oro líquido. Y es que pocas veces un producto cosmético ha conseguido tener tantas aplicaciones para la belleza global.

 

En lo que respecta a las melenas, la tradición oriental los enriquece con aceites grasos esenciales,  excelentes antioxidantes que frenan el paso del tiempo en la fibra capilar. Y aunque son oro puro para medios y puntas sirven para muchas más cosas. También son capaces de:

  • Tratar las puntas abiertas.
  • Eliminar el encrespamiento.
  • Llenar de brillo tu melena como toque final.
  • Sustituir a la mascarilla utilizándolo antes del lavado.
  • Facilitar el brushing aplicándolo como producto de peinado.
  • Proteger el cabello de las herramientas de calor.
  • Definir los rizos

En los centros de Angela Navarro, uno de los nombres más importantes de la peluquería de nuestro país y referente desde hace décadas del cuidado de la imagen, cuentan con tres aceites vírgenes propios, incluidos en su línea Adapta, que contienen respectivamente almendras dulces (16€) , rosa mosqueta (16€) y sacha inchi (20€).

De los tres, el ingrediente menos conocido es el de sacha inchi, una planta originaria de la Amazonia peruana, a la que también se conoce como Oro de los Incas o maní jíbaro. Contiene una elevadísima concentración de interesantes nutrientes como ácidos grasos esenciales, antioxidantes y vitaminas A y E, con lo que beneficia por igual a la piel y al cabello gracias a sus altas propiedades restauradoras y protectoras. Concretamente en el cabello este extracto acondiciona y mejora el brillo. Se puede aplicar tanto solo como combinado con otros productos como el acondicionador a diario o la mascarilla una vez por semana, o añadir unas gotitas de medios a puntas sobre el pelo mojado para que actúe como producto anti-encrespamiento. Este aceite, también se puede aplicar (2-3 gotas) después de lavar el cabello para potenciar y cerrar la cutícula del cabello ondulado o rizado.

En Angela Navarro recomiendan su uso en  forma de pre-mascarilla, una rutina cosmética que aporta un extra de nutrición al cabello antes del lavado y que ya es el nuevo gesto capilar cosmético.¿Y cómo se realiza este gesto? Os cuento. Se pone en la palma de la mano una porción del bálsamo calmante Adapta de Ángela Navarro (la cantidad del tamaño de una nuez para una melena larga), se añaden 3 ó 4 gotas del aceite de almendras, del de rosa mosqueta o del de sacha inchi, se mezcla y se aplica en raíz, medios y puntas sobre el cabello seco. Se envuelve en una toalla (mejor calentada en el microondas) y se deja en el cabello todo el tiempo que se quiera.  Después, simplemente con lavarlo se notará que el cuero cabelludo recuperado todo su confort y el cabello ha cambiado su textura. Una vez seco, estará suave y flexible. 

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