En mis últimos post, antes de que empezase la cuarentena, os estuve contando mi último viaje a Punta del Este. Pero, cuando comenzó “este lío” no me pareció coherente seguir con algo que no fuera la actualidad de un presente que no podíamos obviar. Y decidí compartir cada semana lo que el confinamiento me llevaba a hacer (ver mucho cine) y cambiar el contenido para compartirlo con vosotros.  Hoy, he decidido recuperar la última entrega de ese viaje, que parece que fue hace siglos, porque amo Punta del Este,  sus playas, su gente, su vida, su comida… y sé que algún día volveré. Y cuando lo haga volveré a alojarme en L’Auberge,  un hotel de estilo colonial inglés con unos jardines, un servicio y unos detalles maravillosos.

El motivo de ese viaje a Uruguay fue la inauguración del 23 Festival de Cine de Punta del Este que se abría con  mi película El asesino de los caprichos. Era mi tercera vez en este festival y, como las anteriores, siempre redescubro el lugar y la mejor gente. En la foto llevaba un vestido de Dolores Promesas y fue, de esas veces en las que sientes que algo está como hecho para ti.

También regresaré a mi restaurante favorito en Punta, Lo de Tere. Una delicia para los sentidos, sobre todo el del gusto. Pero el olor, lo bonito de la presentación (siempre creo que lo bonito sabe mejor) y el lugar, frente al puerto marítimo hace de ese sitio un lugar delicioso. Y allí nos llevamos a mi querido director Gerardo Herrero.

Y el colofón del viaje fue cuando la intendencia de Maldonado me dio la placa de Ciudadana Ilustre en casa de Carlos Páez Vilaró, con su viuda y la comitiva del festival.

Me regalaron uno de esos momentos inolvidables, al atardecer, con esas vistas, mientras me emocionaba escuchando al artista con su poema al sol a través de un altavoz que llevaba las palabras al mar mientras su gato se arrullaba a mi lado.

Comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.