Kylie Jenner usando dos aviones para irse de vacaciones y soy yo la que tengo 18 meses para frenar el calentamiento global bebiendo sin pajita”. Me encantó este tuit, firmado por una tal Marina, que el 12 de agosto se hizo viral. Destila ironía y al mismo tiempo un pesimismo que me corroe. El cambio climático, ya lo han dicho los expertos de la ONU, no es una amenaza, es una realidad que nos golpea día sí y día también con catástrofes naturales cada vez más destructivas, cada vez en lugares “con menos riesgos”.

La sequía que hemos sufrido durante todo el verano, incluso en el verde norte, y la gota fría que ha congelado los corazones de la Vega baja, arrasado casas y campos de cultivo y, lo más trágico, llevándose a su paso siete vidas (que sepamos, que seguro que habrá que ampliar la lista de víctimas cuando las aguas se apacigüen) son un buen ejemplo de que algo no anda bien… y de que esto va a peor.

Mientras los gobiernos se ponen de acuerdo en actuar sin miramientos frente al desastre medioambiental, mientras que las grandes potencias parlotean mucho y hacen poco –no hay más que leer entre líneas la pasiva actuación de un tal Bolsonaro para apagar el grandioso incendio de la Amazonía, el pulmón del planeta, y la inquietante y cómplice respuesta de países como Estados Unidos y su antiecologista presidente, guiados más por los intereses comerciales de las grandes multinacionales que por el bien común-, a mí me ha dado por pensar en cómo aportar mi granito de arena para que la Tierra que conozco pueda presentársela a mis nietos, si los tengo,  vestida de verde y azul y en plenitud de facultades.

¿Y qué puedo hacer yo para paliar el calentamiento global, el cambio climático y la destrucción masiva del planeta desde mi humilde condición de editora de belleza?  Ahí van mis 10 gestos verdes ( no son una coña, que igual me hago un escrito y se lo mando a los expertos de la próxima Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU del 23 de septiembre).

1- No pienso comprar ningún cosmético ni producto de higiene ni alimento que contenga aceite de palma. El cultivo intensivo de esta planta, además de mellar la población de orangutanes, está trillando la jungla.

2- Paso de utilizar, salvo emergencia muy grave, toallitas húmedas para refrescar mis intimidades, desmaquillarme, limpiarme las manos o para sacarle brillo a las encimeras de mi casa. Existen toallas, paños, bayetas… que se reutilizan y no colapsan colectores ni depuradoras. Y para mi pecoso cutis he descubierto la “Organic Muslin Face Cloth” de Pai que la venden en todos los Sephora por unos 10€ y que no contamina nada, nada.

3- A no ser que muera de sed, no pienso comprar más agua embotellada en envases mínimos que luego pasan a formar parte de los océanos formando magnificas islas de plástico donde no hay vida ni esperanza. Tengo una botella ideal y de diseño, que imita a una bota de vino de toda la vida, que relleno a mi antojo con el líquido que más me convenga. Se llama Collarejo y es de la marca Jesús Blasco, un artesano de toda la vida de Sigüenza. Su diseño es de lo más chic.

4- No volveré a usar fotoprotectores con ingredientes que contaminen el agua de las playas donde me gusta sumergirme sin cercos de grasa alrededor. El “Ocean Respect” ha pasado a ser la etiqueta que busco en todos los cosméticos solares. Los de Avène, además de ser fantásticos, la llevan desde hace tres años.

 

5- Otra de mis reivindicaciones a la cosmética de lujo. Por favor, dejen ustedes de incluir cucharitas para la aplicación de una súpercrema antiaging con la excusa de que el producto no se contamine. No se engañen señores en el 99% de los casos el artilugio aplicador acaba en la basura, o peor aún, danzando a su aire sobre el tocador más contaminado que el aire de Pekín. Un “lavarse las manos antes de cada uso” es mucho más higiénico y limpio para el planeta. Olé por marcas como Laboratorios Atlantia, cuyo ingrediente principal de sus productos es el aloe vera canario, que funcionan de cine (en otro post os contaré cómo me ha reducido la cicatriz de mi codo) y son muy, muy asequibles.

6- Voy a ser muy pesada con aquellas firmas de cosmética con las que me codeo para que dejen de fabricar bonitos envases, por ejemplo algunos perfumes, que cuando se acaban no se pueden reciclar porque no hay quien disocie el metal del cristal. De ahí que me haya vuelto una friki del Herbae de L’Occitane y de todas las Eaux de Serge Lutens, que además de oler a gloria se desmontan sin problemas cuando se terminan.

7- Todo mi apoyo a todas aquellas firmas que abogan por la “Cosmética desnuda”. Evidentemente, no se puede vender un champú sin envase, pero sí que te premien con un descuento por llevarlo a la tienda a que te lo rellenen. Marcas como Thierry Mugler ya lo hacen con sus perfumes. Y Lush con muchos cosméticos de higiene y tratamiento. ¡Olé!

8- No quiero brochas de pelo natural, que no necesito yo para aplicarme mis ungüentos de maquillaje que ningún animal se deje la piel. IT Cosmetics, por ejemplo, ha lanzado una brocha multiuso, de pelo sintético, que se lava de maravilla, es suave como la seda y precisa como un reloj suizo.

9- Utilizo todos los productos hasta su fin. No solo por ahorrar y por austeridad, también porque si pago por 50 ml quiero usar 50 ml. Me parece un timo aquellos envases que no puedes “exprimir hasta la última gota” por que están pensados de tal manera que el tubito por donde tiene que subir el producto no llega hasta el culo del envase por mucho que presiones y presiones, y allí se queda entre un 10 y un 15% del cosmético. Me gusta meter el dedo y rebañar mis cosméticos (con las manos limpia, para que no me vengan ahora con el rollo de la contaminación).

10- Se me ocurren miles de gestos más, como el rogar encarecidamente a los grandes laboratorios que reduzcan la huella de carbono en la cadena de producción (centralizar almacenes, no hacer traslados internacionales en balde, que utilicen energías renovables en sus fábricas, que usen fórmulas sin disruptores hormonales ni contaminantes ambientales, que fomenten el reciclaje entre los clientes fieles,…) Los laboratorios L’Oréal, quizás empujados por el movimiento millenial que apoya lo verde, ya tienen un departamento internacional ocupándose de reducir al mínimo la dichosa huella de carbono. Gracias, sigan ustedes así.

Y por último, decirte Marina, que odio las pajitas, que me parecen un accesorio inútil y muy sucio (no hay más que ver los suelos de los chiringuitos que aún las usan). Solo las contemplo para aquellos enfermos que no tienen otro modo de ingerir un alimento. Eso sí, Marina, Kylie  Jenner es una celebritie absolutamente imbécil, porque no sé porque coño tiene que utilizar dos aviones para viajar si solo tiene un cuerpo que trasladar. Evidentemente, si tiene corazón no es verde como el mío.

2 Comentarios

  • angeles
    Posted 19 September, 2019 1:31 pm 0Likes

    Un post genial¡¡¡¡ Me encanta como escribes¡¡¡¡¡¡¡

  • M Angeles Guerra Rodriguez
    Posted 22 September, 2019 8:27 am 0Likes

    Estupendas propuestas
    Besitos

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