Oye mi rugido, por John Queras

El último capítulo de Juego de Tronos ha provocado un nuevo, y es el enésimo, cisma social. Nada más terminar, comenzó en las redes sociales un incendio de fuego valyrio que, a día de hoy, continúa muy activo y lejos de ser sofocado. Miles de seguidores de todo el mundo le exigen a HBO que rehaga la temporada al completo y unos cuantos padres se arrepienten, o no, de haber llamado a sus hijas Daenerys. En definitiva, lovers y haters enzarzados en un cruento combate que poco tiene que envidiar a la batalla de los Bastardos o a las carnicerías vividas en la bahía del Aguasnegras o en Casa Austera. Es lógico. Después de casi una década recorriendo Poniente, desde las heladas tierras de Invernalia hasta las soleadas costas de Dorne, el final del viaje no podía gustar a todos. Pero más allá de traiciones, reyes sin corona, venganzas, muertos vivientes, dragones, familias malavenidas y juramentos no cumplidos, lo que es indudable es que el universo creado por George R. R. Martin ha marcado a fuego a toda una generación.

De hecho, ayer mismo estaba yo dándome una vuelta por un conocido templo madrileño de la cosmética cuando, de repente y sin saber de dónde venía, empecé a oír un lejano susurro que parecía decir “un Lannister siempre paga sus deudas”. Sobresaltado, miré a mi alrededor, pero allí no había nadie. Proseguí mi camino sin darle mayor importancia, pasando por los departamentos de cuidado facial y cabello, y, al llegar al lineal de perfumería masculina, el murmullo se convirtió en una voz perfectamente audible que repetía sin cesar “¡Oye mi rugido!”, que resulta ser el lema de la casa Lannister. Y justo cuando pensé que la pinza se me estaba yendo, sin escalas, a Desembarco del Rey, lo vi claro. Allí, en lo alto de un estante, estaba el león que decora el frasco de Spirit of The Brave, de Diesel, y que es el mismo que luce Neymar, embajador de la fragancia, en su mano izquierda. Cierto es que no era un león rampante de oro sobre campo de gules, como el del blasón de la que fue la familia más poderosa de Poniente, pero yo oí su rugido con total nitidez.

Y la cosa no queda ahí. A su lado había dos leones más, de las casas Penhaligon’s y Lalique, respectivamente. Como se lleven igual de bien que Cersei, Jaime y Tyrion, la debacle está asegurada, pensé para mis adentros. Por cierto, cuando el dependiente se me acercó y me preguntó si podía ayudarme en algo, lo único que acerté a decirle fue “Valar Morghulis”. “Valar Dohaeris”, me contestó él, e inclinó ligeramente la cabeza.