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19 de marzo, y aquí estamos, un año más ¡Por Dios cómo pasa el tiempo!  Miles de hogares españoles se llenan de corbatas, colonias y todo tipo de manualidades bajo el eslogan “Felicidades, Papá”, “Al mejor padre del mundo”, “Papi, eres mi héroe” o alguna de sus muchas variantes. Una oda al consumo que celebran las tiendas de barrio, los grandes almacenes y ahora, Amazon.

Se honra con ello la paternidad y la influencia del hombre en la vida de sus hijos, pero a diferencia del Día de la Madre, el Día del Padre no tiene connotaciones religiosas, más allá de que se celebre en coincidencia con la festividad de San José, el padre putativo de Jesucristo.  Una tradición relativamente reciente, con 70 años a sus espaldas, pero íntimamente relacionada con el modelo de familia tradicional: padre, madre y descendencia. Lo que significa, que tan bonita celebración (y lo digo sarcásticamente, por si cabía alguna duda) tiene los días contados. ¡Se veía venir cuando nos quitaron la Fiesta Nacional!

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Disfrutad de vuestro momento padres del mundo, porque las cifras apuntan al crecimiento de nuevos modelos de familia: familias con un padre, con una madre, con dos padres, con dos madres, familias monoparentales que, en la mayoría de los casos (cerca del 83%) tienen como cabeza de familia a una mujer. Ahora salta la polémica a la palestra. Ante tal diversidad en las estructuras familiares, que se acusan especialmente en los colegios, y que generan debate en torno a la idoneidad o no de celebrar tales fechas, hay centros que han decidido suprimir la celebración. Otros optan porque el niño/a le dedique la manualidad a alguien cercano (un abuelo, un tío, un padrino…). Por este motivo, ya hay centros que han decidido celebrar  el “Día de la Familia”, donde caben todas las posibilidades, cada 15 de abril, según la fecha que fijan las Naciones Unidas. Ese día el alumno lleva un regalito que dedica a la FAMILIA (con mayúsculas) y tan ricamente. Pues yo, para complicarlo un poco más y hacerme eco del nuevo tejido social (me encanta soltar esto de vez en cuando), celebraría también el “Día del padrazo”, el “Día del padre ausente”, el “Día del padre miserable”, el “Día del padre-madre”, el “Día del padre cervecero”, y así sucesivamente hasta completar una interminable lista de modus vivendi patriarcales. ¡Y es que padre no hay sólo uno!

Intento comprender porqué ahora hay tantas susceptibilidades con todo y con todos, cuando antes no había ninguna. Y lo digo por lo siguiente: cuando yo era pequeña, hace mucho tiempo, como rezan los cuentos infantiles, perdí a mi padre. Durante varios años mi abuela y mi madre eran las dos únicas figuras de autoridad que velaban por mi. Uno de esos días del padre, estaba en 1º EGB, la Señorita Silvia, profesora de artes plásticas, decidió que el regalo estrella para ese año sería un cenicero de arcilla. Recuerdo que luego lo pinte de verde chillón con grandes lunares rojos. Por qué elegí esos colores es algo digno de psicoanalizar.  En fin, que durante más de dos semanas, dedique mi hora de clase al folclórico cenicero, con empeño y tesón. Cuando llegó el momento de envolverlo en papel de celofán color azul,  la Señorita Silvia nos repartió unas pequeñas tarjetas “Para papá” con el reverso en blanco para que una vez envueltos no nos equivocásemos de manualidad (¡como que la mía era difícil de identificar!). Cogí la tarjeta, la taché y puse “Para mamá” con toda la naturalidad de la que era capaz. No me pareció que en ese momento hubiese tristeza ni frustración. Dicho esto, me declaro una fiel detractora del día del padre, de la madre, de la familia, de San Valentín y de cualquier otro día que haya obligación de celebrar. Y en nada tienen que ver las ausencias ni la pluralidad.

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Estudios sociológicos a un lado, descartando mis premoniciones (y mucho más mis vivencias personales) vamos a darle un giro al tema para hablar de un hecho constatable: los padres de hoy en día molan más que los de antes, lo que no significa que tengamos que dedicarles un día. 

No es necesario retroceder demasiado, una generación atrás, tal vez la de nuestros padres, tenían en su mayoría roles muy distintos a los de hoy. El padre trabajaba y se involucraba emocionalmente poco (o nada), imponía la autoridad, el orden y el respeto, mientras que la madre brindaba comprensión, tiempo y amor. En aquellos días ver un padre cambiando pañales, llevando a los niños al médico, preparándoles la comida o haciendo trenzas a sus hijas era impensable. En el presente, cada vez más hombres protagonizan esas escenas cotidianas, y lo mejor de todo, sin esconderse o ver dañada su masculinidad. Según los expertos, los padres del siglo XXI están más comprometidos en su rol, son menos autoritarios, más permisivos y tienen muchas más muestras de cariño tanto en privado como en público. En su afán de no repetir los esquemas con los que fueron educados intentan que las relaciones con sus hijos sean más cercanas y crean relaciones de confianza. Los padres de hoy se implican más en la educación de los hijos, y no hablamos sólo de ayudarles con sus deberes.

Otro ejemplo, si pudiésemos comparar las imágenes de las reuniones de padres en los colegios de los años ochenta con las actuales, creeríamos que en aquella época estaba prohibido que asistieran hombres, y aunque parezca contradictorio decir esto a pocas semanas de haber vitoreado el Día Internacional de la Mujer, los padres modernos se sienten discriminados en una sociedad que se empeña en seguir asignando el rol de los hijos a las madres. Por fortuna, las cosas van cambiando, y algunas a mejor. Cada vez son más los padres que se levantan a media noche, juegan a las princesas con sus hijas, piden permiso en el trabajo para llevar a sus hijos al pediatra, se ocupan de las labores del hogar, compran en el supermercado, luchan por la custodia compartida o se cogen la baja por paternidad. Tengo la suerte de conocer a padres que han desarrollado un nivel de paciencia antes desconocido, pasado noches sin dormir o haciendo servicios de chofer que nunca hubiese imaginado. Por eso podemos decir que los padres de ahora nos gustan más y nos parecen muy sexys, al menos a mí.

Mi espacio musical de hoy es para un temazo que tiene sus años, unos cuantos, la verdad. Una canción que ha sonado en mi casa desde que tengo uso de razón. Father and son, de Cat Stevens. Una canción que escenifica una conversación entre un padre y un hijo. Stevens utiliza un tono de voz calmado y sosegado al interpretar al padre dando consejo, y un tono más alto y enérgico para expresar la rabia contenida del hijo. 

¡Feliz Día del Padre!

  

1 Comentarios

  • angeles
    Posted 19 March, 2019 12:11 pm 0Likes

    Magnífico post, me ha encantado. Yo tuve un padre que no ha ejercido como tal así que nunca he hecho ningún regalo ni recuerdo.

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