Un día es un día, por Juan Luis Cano

En verdad creo que somos un país maravilloso, lleno de gente buena y con una capacidad de crear asombrosa. Cierto es también que entre tanta riqueza se cuelan más de un o una impresentable que desluce al conjunto, pero no es menos verdad que en nuestra querida España, esta España mía, esta España nuestra, que cantaba la genial Cecilia hay muchas cosas que se hacen por joder, porque también en nuestro carácter está lo de disfrutar con el mal ajeno. Disfruta el del Real Madrid cuando pierde el del Barça y viceversa, disfruta el pobre cuando ve arruinarse al rico, disfruta el rico cuando se pavonea frente a la precariedad del pobre, se lo pasa de maravilla el abandonado o abandonada cuando ve fracasar en su nueva relación a quien le dejó por otro u otra… En fin, que somos muy majos, pero tenemos un poquito de mala baba.

¿Cómo explicar si no que haya tantas comidas y cenas de empresas, de amigos, de enemigos, de compañeros de padel, del gimnasio, de la parroquia, del club de golf, de la peña de fútbol, del equipo de montaña, del club de cars, de los de la Ong, de los socios de la casa regional… concentradas en tan poco espacio de tiempo? Además coincidiendo con el final del año. No es porque celebremos el nacimiento del niño dios, porque eso es un ratito. Vale, admito que habrá años en lo que el parto se complique, pero como mucho en un día se pasa el trance y ya sabemos que el parto siempre sale bien y que es niño. Tampoco me vale que sea porque despedimos el año y recibimos al siguiente, porque, igualmente, eso se solventaría en una noche.

De acuerdo, paso porque sean dos días. Pero no, el acumular en poco más de una semana tanta celebración, banquete y pasada gastronómica, alcohólica y “dulcífera” alguien lo ha hecho para fastidiarnos las dietas que hemos llevado a cabo con un esfuerzo brutal, los buenos propósitos conseguidos, la bravura demostrada al haber conseguido estar varios meses sin consumir alcohol para depurarte, etc. Estoy convencido de que alguien se ha inventado lo de las comidas, los festolines y las cenas de estas fechas para descojonarse de todos nosotros, viendo como se van al traste todos esos esfuerzos realizados con anterioridad, solo con el propósito de minar nuestra dicha.

¿No me creen? Hagan la prueba. Vayan a una cena de empresa o de amigotes y cuando se acerque el maître a tomar la comanda pida agua para beber. Inmediatamente alguien de la mesa dirá: “Venga, coño, que un día es un día, tómate un vino” ¡Cabrón! ¿No se le ha pasado por la cabeza pensar que el no tomarse un vino o dos durante la comida es un terrible gesto de fuerza de voluntad que llevas haciendo desde hace ya tres meses y se te puede ir a la mierda por ese “un día es un día”? O dejen de fumar si tienen narices y a las tres semanas de haber dejado de tragar humo, sufriendo unos dolores psicológicos tremendos, habiendo devorado uñas, puños, nervios y entrañas y acudan a una fiesta de los de la peña de fútbol. No tardará mucho en salir un querido compañero o compañera que te incitará, mientras enciende su mechero para prender un pitillo mientras te dice “¿Ya no fumas? ¡Qué suerte! Yo lo he intentado cien veces pero no puedo dejarlo. Venga échate un piti, que un día es un día” ¡Cabrón! Sí, queridos y queridas, somos un maravilloso país de gente buena y demasiados cerdos que disfrutan viendo a los demás fracasar.

¿Y esto qué tiene que ver con la belleza, la moda, el lifestyle? Pues que engordas, coño, que engordas cuatro kilos como mínimo y adiós a tus esfuerzos y tus sufrimientos post vacacionales. Adiós a la línea. Bienvenidos kilos, michelines, morcillas abdominales.

¡Felices Fiestas a todos, de corazón! ¡Ahí os pongáis como púas a turrón y os pongáis como focas! ¡Ay, qué asco os estoy cogiendo! ¡Con cariño, pero asco!