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El experto en perfumes Chandler Burr dijo en su artículo Nasal Passage para The New York Times:  “El viaje consiste en una extraña especie de puerta olfativa: hay un punto muy preciso, donde se pasa del olor del avión -la zona estéril internacional- al olor del destino. Este es el momento en el que el cerebro, no sólo el cuerpo, llega a la realidad. Entras en Mumbai y huele a un espesor húmedo, gaseoso; San Francisco, a una fina astringencia, seca; Tokio, a plástico y cerezas”. De mi viaje a Indonesia recuerdo el afrodisiaco aroma del frangipani y de Tailandia, el humeante incienso haciéndose paso entre la densa humedad. Asia tiene un sillage que fascina, el olor de los viejos templos, el polvo de los caminos sin pavimentar, el de los concurridos mercadillos con sus especias y frutas maduras, restos de pescados en putrefacción y carnes de dudosa procedencia. Ese totum revolutum aromático es lo que configura la esencia de cada lugar.  Quizá por esta razón los perfumes inspirados en Asia me fascinan, por su multitud de matices y su intrincada evolución.

elephant-roses

En la pasada edición de Pitti Fragranze, India se erigió como próximo point of interest para la industria del perfume, relevando a Oriente Medio como máximo inspirador de los últimos años. Quizás en lo sucesivo apreciemos un auge del sándalo en las nuevas formulaciones o un toque místico en el renovado nicho. Aunque Oriente siempre ha sido fuente de inspiración en la perfumería. Buenos ejemplos son marcas como La Sultane de Saba  y sus recorridos olfativos por Bali, Japón, Malasia o Udaipur. La italiana Maria Candida Gentile rindió homenaje a uno de los tótem hindúes con Elephant & Roses, tras una visión que tuvo de una manada de elefantes que corrían sobre una densa alfombra de rosas cuyo olor se mezclaba con el fuerte aroma de sus rudos cuerpos; un floral animal que mezcla rosa, ámbar, sándalo y un acorde animálico.

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Otra maravilla olfativa es Kamasurabhi de Lorenzo Villoresi (a la venta en Bomonde)  que te transporta a un bosque de maderas exóticas, sensuales y envolventes gracias a las flores exóticas (jazmín, ylang-ylang, narciso), el lechoso sándalo, el ámbar y el matiz de cuero.

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Neela Vermeire es otro interesante ejemplo de inspiración hindú, comenzando por las primeras eras védicas con Trayee (mi preferida, muchas de sus notas se utilizaban en las ceremonias védicas como el elemí, la albahaca sagrada, el sándalo, el azafrán…), que refleja el paisaje espiritual del gran periodo védico, sus intrincados rituales, el Ayurveda, el yoga y los primeros conocimientos de lo holístico; hasta Ashoka (loto, jacinto, incienso…), que evoca la época budista.

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Aunque, sin duda, son dos las novedades que me tienen completamente hipnotizada: Kimonanthe de Diptyque (a la venta en la Boutique Diptyque de Madrid, calle Claudio Coello, 85), según la propia marca “es totalmente inclasificable, misterioso y adictivo”. Doy fe. Está inspirado en el Zu-KOH, o polvo de incienso que en Japón se utilizaba en ceremonias religiosas para purificar a los fieles o como una sutil alternativa al perfume clásico, se lo espolvoreaban en las manos, la cabeza, los lóbulos de las orejas o la planta de los pies. Incluso dicen que los monjes más estrictos lo ingerían para hacer una purificación radical de dentro hacia fuera. Kimonanthe es una mezcla de osmanto, sándalo, clavo y especias que al contacto con la piel se convierte en una delicada niebla frutal que recuerda a los antiguos remedios exóticos.

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Y por último, la recién llegada Kismet de la mítica Maison Lubin (a la venta en Bomonde), originariamente lanzada en 1921 ahora se reinterpreta con su edición de 2016, un bouquet balsámico y avainillado que te trasporta a los relatos de las Mil y Una Noches. Aunque Kismet realmente fue una princesa oriental rescatada de los textos del poeta Valkimi en su Ramayana, que creyeron era india pero en realidad se trataba de una espía otomana reconvertida a reina de las veladas parisinas de los años 20. El frasco del primer perfume Kismet de 1921 era una verdadera joya tallada en cristal de Baccarat con forma de elefante y detalles lacados dorados. La nueva versión de Kismet tiene una sutil salida cítrica (limón, bergamota y naranja) que se mezcla con las emanaciones resinosas del ládano, el pachulí y el opoponax dejando una tierna pero palpable estela avainillada.

Todas ellas delicias olfativas que te obligan a viajar a través de la pituitaria.

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