Si los ojos son el espejo del alma, la mía está ahora mismo tiritando. ¡Qué rasca hace! Y es que, al igual que pasa en Juego de Tronos, se acerca al invierno y, con su llegada, las alertas beauty se disparan. Imagínate por un momento que eres la piel de tu propio rostro y estás tan a gusto en casita, sin meterte con nadie, a unos 20-22 grados centígrados, ahora conocidos como Celsius. Sales a la calle y recibes, sin previo aviso, un bofetón de aire gélido que te deja la cara como la de un muñeco de nieve: blanca e insensible. Luego, te metes en el metro y la temperatura vuelve a subir a niveles caribeños. Y así todo el santo día, intentando mantener la dignidad epidérmica pese a las feroces excursiones térmicas.
El frío provoca la vasoconstricción de los capilares, disminuyendo así el riego sanguíneo en la zona. Es decir, que a las células no les llega ni el oxígeno ni los nutrientes que necesitan y su proceso de renovación natural se pone en modo hibernación. Aparecen entonces la sequedad, las rojeces, esa desagradable sensación de tirantez y un tono apagado cercano al greenery, el color verdoso con matices amarillos que Pantone ha elegido para pintar el año. Parecerás un muerto viviente, sí, pero más a la moda no podrás ir.
Y si esto es así para el cutis en general, es mucho peor para el contorno de los ojos, pues su piel es la más fina de todo el cuerpo. Por eso, hoy traigo cuatro productos específicos para esta área tan sensible que, además de proteger la mirada de las inclemencias del tiempo, ayudan a combatir las bolsas y ojeras y a reducir las patas de gallo. Eso sí, ya sea a mano o en roll-on, se aplica sobre el hueso del pómulo y del lagrimal hacia fuera.