Mientras muchos de vosotros os estáis tostando vuelta y vuelta bajo el sol estival y os peleáis por clavar la sombrilla en un centímetro de playa despoblado, hay otros que siguen dale que te pego y no dejan de curran. Y no me refiero precisamente a mí, que me estoy llevando en los pies toda la arena de la costa onubense (y alguna que otra coquina), sino al bulldog de Bulldog, ese perro arrugado y con sobrepeso que oposita para convertirse en la mascota hípster del verano. Olisquea la brisa marina este pacífico chucho en busca de un hueso escondido, tan esquivo como las olas. Intenta morderlas, pero se le escapan entre los dientes con un gruñido verdeazulado. Una y otra vez lanza dentelladas al mar, sin rendirse jamás. Es un can muy obstinado y no para hasta que lo consigue. Aunque es más inglés que el té de las cinco, a él le da igual el Brexit y el estilismo capilar “out of bed-out of fashion”, de Boris Johnson. Él siempre va a lo suyo. Y ahora lo suyo son las barbas: salvajes, de diseño, largas, clásicas, de tres días… Se ha emperrado con el vello facial y no ha parado hasta dar con las texturas perfectas para cuidarlo. Moviendo la cola de lo contento que está, trae en el hocico tres productos, formulados con ingredientes naturales y aceites esenciales, que harán las delicias de barbudos y mostachudos.
La rutina barberil de este bulldog testarudo se compone de tres pasos: primero, un champú y acondicionador (9 €), después un aceite hidratante y refrescante (8,60 €) y, por último, un bálsamo nutritivo (12 €) que aporta brillo y un toque de styling. Y así, entre ladridos que indican sus eternas ganas de jugar, la barba se va de vacaciones como si acudiese a una red carpet.
