itziar salcedo y natxo de la serna en el atyla

Tres días en un velero clásico, en una goleta, navegando entre Lisboa y Cádiz, doblando el cabo de San Vicente, a la vera del Algarve, por el Atlántico dulce y veraniego, el de poniente de atardeceres gloriosos. A priori, suena a lujo eso de participar en la 2016 Race Tall Ships como regatista. Y lo es.

Itziar Salcedo en el atyla

A posteriori, aquí van mis reflexiones sobre cómo sobrevivir, espiritual, física y cosméticamente hablando, al lujo estereotipado,  y entregarse al placer del inesperado enrolándote como Training (grumete ignorante en español) en un buque escuela como el Atyla, donde el inglés es lengua oficial, pero que bien podía ser una sede flotante de la ONU por aquello de que en su cubierta se entremezclaban ruso, finés, alemán, polaco, francés, gaditano, checo… y el lenguaje de los signos, que he practicado con asiduidad y muy buenos resultados para conectar con mis multilinguísticos compañeros de viaje. Sin duda, el esfuerzo mental que me ha supuesto el estado de traducción permanente (que más que simultánea, en mi caso es ralentizada, palabra a palabra),  fue el primer escollo que tuve que superar a base de mucha desvergüenza verbal y suplir mi falta de conocimientos con la cara dura y el abandono total del sentido del ridículo. Lección aprendida, más que nada porque yo, que tiendo a la verborrea, a hablar mucho y escuchar lo justo, he llegado a estar largoooos ratos calladita, auscultando mis pensamientos y sentires, meditando que se llama, dada a la contemplación de las estelas plateadas de día, las estrellas de noche y los ocasos y amaneceres a su hora en punto. Un lujo, ya veis, puro wellness.

itziar navegando

¿Otro? Ahora ya sé donde está el Norte Magnético, después de 54  años creyendo que estaba al Sur por aquello de que mi sentido de la orientación está absolutamente supeditado a mi dislexia y a mi condición femenina (que en esto, una es muy mujer). Un Hallazgo. Y lo he aprendido gracias a Rodrigo de la Serna, el capitán de 27 años que gobierna con destreza los vientos del Atyla (el más joven de todos  skippers que participan en este tinglado), que cuando me pusieron al timón como parte de mis quehaceres de grumete, se percató de que mis entendederas para lo de ubicarme con los puntos cardinales y distinguir entre babor (izquierda) y estribor (derecha) eran absolutamente nulas.

AL TIMÓN del atyla

Lo de manejar el timón no es baladí; es más, requiere altura de miras para que los ojos alcancen a ver la proa; vista de águila, para distinguir las rayitas y números de la bitácora (el instrumento náutico situado justo delante del timón que marca el rumbo ordenado por el capitán); orejas afinadas, para escuchar de dónde viene el viento y adelantarte a sus intenciones; bíceps con un mínimo de potencial muscular, para hacer fuerza y virar a babor, a estribor, otra vez a babor…; y  un fino sentido del equilibrio, para que el bamboleo de la mar no te tire por la borda. Soy txiquita, así que no veía la proa; soy un halcón con cierta presbicia y falta de práctica en el uso de gafas de cerca, de tal modo que las rayitas y numeritos de la bitácora se me juntaban; estoy ya un poco teniente del oído derecho, por lo que barlovento y sotavento me sonaban muy lejanos; mis bíceps están de buen ver, pero poco entrenados para tanto giro; eso sí, mi sentido del equilibrio me ha salvado el pellejo, debe de ser porque tengo el punto de gravedad tan bajito como mi estatura y a pesar de los meneos conseguí mantenerme erecta (más o menos, porque algún que otro testarazo ya me di). Otra enseñanza para la saca: se puede manejar un timón, incluso el vital,  si uno le pone empeño y voluntad, como ocurre en la vida misma, y encuentras quien te eche una mano cuando los elementos no son favorables. Gracias Rodri, sin ti aún seguiría yo en el Sur creyendo que estaba en el Norte más absoluto.

itziar redes

Como grumete, también me traigo de mi periplo marinero saber hacer un as de guía, fijar un cabo a una cabilla, utilizar un WC de palanquita, distinguir velas, mástiles y palos varios de una goleta, calcular mi posición en cada momento (sin GPS), andar como una beoda sin estarlo, descubrir que tengo músculos en lugares insospechados de mi anatomía, trepar a las literas sin pisar al compañero de abajo, dormir como un bebé mecida por la mar (sin melatonina y sin mareos), ponerme el despertador y levantarme de un brinco a horas intempestivas para hacer la guardia (yo, que no recibo antes de las 10 AM), ducharme en cubierta a manguerazo limpio y disfrutar como una cría, comer lo que te pongan, paladearlo y repetir sin engordar un gramo (el chef, era francés, otro lujo), vestirme en un minuto y estar impecable y con la piel a salvo con un botiquín cosmético que os dejo aquí afinado al extremo, por si os da por lanzaros a la Mar. Una experiencia que os recomiendo con fruición, sobre todo en un velero como el Atyla, en el que hay sitio para todos los públicos ( de 16 a 80 años o más), pero en especial a los que anheláis no anclaros a la rutina, tenéis espíritu aventurero y buscáis alcanzar ese lujo que no se compra con dinero, sino con compañerismo, risas y actitud positiva y humilde frente a lo desconocido. Clicar en la web del Atyla: www.atylaship.com, aún quedan muchos tramos que navegar de aquí a noviembre,  por ejemplo desde la Velleta (capital de Malta) hasta Laurium (Grecia) 265€,  4 días de navegación todo incluido menos los traslados hasta el puerto de embarque y desembarque.

natxo de la serna

Si os enroláis en la aventura, ahí van mis sugerencias, que en esto sí tengo criterio: toallitas húmedas para aviar las partes íntimas (las de Chilly Pocket hidratantes, son una gloria); crema de manos untuosa para paliar los estragos que deja el tirar de los cabos para izar o arriar velas (L’Occitane tiene una de karité tamaño viaje, perfecta); crema de pies, porque sufren lo suyo, sobre todo cuando te da por andar descalza por cubierta (fantástica me ha ido la Foot Protector de la línea Hemp de The Body Shop); un bálsamo labial con SPF (como el Lip Balm SPF 20 de Eigth Hours Creme de Elizabeth Arden) Un sérum polivalente día/noche (el de Carmen Navarro con factores de crecimiento es un lujo); un agua micelar para limpiar el rostro (la de Bioderma tiene el tamaño justo y es eficaz); un desodorante potente; un champú específico (el de Kerástase Solaire hace además las veces de gel de ducha); y ante todo un buen fotoprotector solar polivalente rostro cuerpo (he flipado con Dray Oil Fast Tan optimizer 50 de Lancaster, en mi vida me he puesto tan morenita). Ah, y no sin mi fragancia, Eau d’Issey, muy acuática ella.

natxo de la serna en el atyla

PD. Dedicado a Natxo de la Serna, mi Capitán Haddock  particular, cuya pasión por los mares y por navegarlos a vela me  ha arrastrado a embarcarme para “volar” mundo. Su carita de felicidad durante toda la travesía ha sido mi mejor regalo. Un lujo, ya digo.

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