¡Por fin! Después de tantos años viniendo a Argentina pude conocer el glaciar más famoso del mundo. Y no porque sea el más grande (tiene 33 km de extensión, al lado del Upsala que tiene 53), si no porque es el más accesible para visitar. Con el barco puedes acercarte a 300 metros, frente a los 10 km que te dejan en el Upsala, pues cada desprendimiento de un bloque de hielo equivale a toneladas de peso que harían que se hundiera cualquier objeto flotante de igual dimensión.
¿Y por qué he tardado tanto? Porque siempre vengo aquí en invierno y en esa época lo cierran a los visitantes. Imposible el acceso. Imposibles las bajisimas temperaturas. Ahora en Calafate, al sur de Argentina a donde se vuela para visitar el glaciar, es verano y estábamos a ¡¡8 grados!! Fue una experiencia única. Irrepetible. En la que realmente tomas conciencia de los regalos inimaginables que aporta la naturaleza.
Para ir se pueden escoger distintas posibilidades . Nosotros elegimos la de llegar en barco y hacer las 2 horas de trekking por el hielo con dos guías y crampones en las botas para no escoñarte en esas masas de hielo. Luego paras un rato en un refugio para intentar calentarte un poco y comer lo que hayas llevado en la mochila y vuelves en barco. Entonces vas a las plataformas desde donde realmente puedes ver la inmensidad del glaciar con unas vistas que superan cualquier imaginación. El ruido de los trozos de hielo al caer es asombroso. Como lo fué mi experiencia alli.
Os dejo unas fotitos y un beso mucho más cálido que el hielo.