Cabello sol

Por una vez no me voy a poner alarmista al hablar de cuestiones solares. Es cierto que en el caso del cabello los rayos del sol pueden provocar auténticas catástrofes, pero también es verdad que con unos simples cuidados es posible llevar la cabeza bien alta durante todo el año. Además, lo que para unas es una tortura -los reflejos verdosos del cloro en las melenas rubias, la deshidratación en exceso de los cabellos secos, la apertura de las puntas o la pérdida del brillo- para otras es una bendición. Las mujeres con el pelo graso observan como tras las jornadas playeras la capa brillante (de sebo) que recubre su melena durante todo el año se elimina en los días de vacaciones, ya que la sal marina contribuye a secar el pelo; las que tienen un color “ni fu, ni fa” adquieren, gracias a la acción del sol, unos reflejos naturales bastante favorecedores y, por último, aquellas que durante el invierno sufren porque su lacia melena no adquiere volumen ven como la humedad de los enclaves costeros hace que su peinado gane en cuerpo y voluptuosidad. Pero todo esto no significa que haya que exponerse alegremente al sol. Ni mucho menos ya que los perjuicios de los rayos ultravioletas, la sal y el cloro sobre el pelo son más numerosos que sus beneficios. Además, siendo una época en la que el cabello precisa de más cuidados que el resto del año es precisamente en la temporada estival cuando menos se frecuentan los salones de peluquería. Por este motivo los principales cuidados deben ser prodigados por una misma.

A pesar de “secar” los cabellos grasos o de dotar de reflejos a las melenas, el sol es el principal enemigo del cabello. Ataca tanto el exterior como el interior del cabello. En la cutícula hace que las escamas se separen lo que provoca que el cabello se vuelva más poroso, que se abran las puntas se abran y que el brillo se apague. Además actúa sobre la queratina y la melanina haciendo que el pelo se debilite poco a poco y el color se altere. Pero por si esto no fuera suficiente, el astro rey no está solo en su labor destructiva del cabello. Le acompañan en este batalla la sal marina, el cloro, el viento, la arena de la playa y los frecuentes lavados de cabeza, que en estas fechas son más numerosos que durante el resto del año. Si la sal deshidrata el cabello en exceso con lo que potencia su fragilidad, el cloro no se queda atrás y además de debilitar, aún más, hace que el cabello pierda flexibilidad y gane en alteración del color, ya que se deposita sobre la cutícula provocando en algunos cabellos rubios y en muchas melenas teñidas unos contrastes verdosos muy poco favorecedores. La suma de todos estos factores altera, y mucho, el producto final. Es decir las melenas que se han sometido a estas “inclemencias” sin la protección y los cuidados adecuados acaban secas, mates, ásperas, enredadas, frágiles y descoloridas.

En cualquier batalla que se precie siempre hay, al menos, dos frentes opuestos. Y en esta particular guerra capilar también. Si por un lado están, haciendo causa común, el sol, el mar, el cloro, la arena, el viento… por otro se encuentran los champús reparadores, los protectores solares capilares y los acondicionadores y mascarillas aftersun para acudir al rescate del cabello. En el caso de los protectores solares capilares están diseñados para realizar diferentes funciones. Así además de establecer una especie de barrera para que las radiaciones no afecten a los cabellos contienen sustancias específicas que impiden que el resto de los agentes -sal, cloro, arena…- lo deterioren aún más. Entre estas sustancias además de los filtros UV para proteger el cabello de las radiaciones ultravioletas, se encuentran diferentes agentes hidratantes y nutritivos, vitaminas antioxidantes, como la A y la E, cerámidas que reparan la fibra capilar y refuerzan su estructura, sustancias protectoras del color, activos emolientes, silicona o polímeros para iluminar, suavizar y desenredar, …

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