Y eso no quiere decir que me haya enfundado el chándal de tactel, las deportivas y las muñequeras ochenteras con la cinta capilar a juego. Este uniforme lo reservo para días muy concretos, del tipo partidillo de solteros contra casados, mudanzas de colegas y visitas a la granja-escuela. La verdad es que el ejercicio físico y yo no nunca hemos hecho buenas migas. Se suda una barbaridad, corres el riesgo de lesionarte y las agujetas te dejan el cuerpo como un acerico durante semanas. Cuando joven, sí que gustaba de echarme unas canastas de vez en cuando, pero más que por el baloncesto lo hacía por las cañas pospartido. En definitiva, y para no alargarme más, decir que a mí el zapping ya me parece un deporte de riesgo. En cambio, cuando hablamos de fragancias, el rollito sport es otra cosa.
Estas versiones conservan el alma del jugo primigenio, pero con un toque más casual friday. Es decir, sustituyen el traje y la corbata por una blazer y unos vaqueros, pero sin perder ni un ápice de elegancia. De ahí que en un principio podría sorprender que la marca española de lujo por excelencia, es decir, Loewe, lance al mercado una nueva línea de cuatro esencias sport (que se ponen hoy a la venta). Esta arriesgada apuesta funciona en gran medida gracias al inagotable talento de Emilio Valeros, el nariz de la casa desde hace más de 15 años, y que suele dar lo mejor de sí mismo cuanto mayor es el reto.
Así, ha conseguido darle un puntito muy refrescante a cuatro de sus buques insignia, como son Pour Homme, Esencia, Solo y, pero manteniendo el carácter de las creaciones originales. El resultado es una colección que rinde homenaje a una época pretérita en la que el deporte poco tenía que ver con el negocio y en la que términos como honor, gloria, espíritu de superación y respeto por el contrario estaban a la orden del día. Deportistas aquellos muy alejados de los actuales adolescentes euromillonarios que se casan con una topmodel distinta cada dos semanas, conducen descapotables de edición limitada y viven en casoplones con red de metro propia. En fin, como dijo el poeta Jorge Manrique, cualquier tiempo pasado fue mejor.
