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Dicen que la música amansa a las fieras. Y por algo será. Qué tendrán las vibraciones adecuadas que no solo pueden hacernos cambiar de humor en segundos, sino que también nos pueden curar. El arpa nos induce a la relajación, el tambor refuerza nuestros riñones y la flauta, equilibra el hígado. Estas son algunas de las conclusiones a las que han llegado investigadores como Fabien Maman, que llevan la tira de años investigando el efecto de las vibraciones sonoras en las células humanas. En sus trabajos se pueden ver imágenes de cómo se transforman las células en contacto con el sonido, ya que estas vibraciones generan campos de energía que interfieren con nuestros propios campos energéticos afectándolos. Maman opina que si escuchamos la música apropiada en el tono adecuado a las estaciones del año, nos sentiremos más saludables psíquica y físicamente. Alaba las virtudes del diapasón como instrumento capaz de influir con sus vibraciones en los meridianos de acupuntura equilibrando los flujos energéticos. Luego están los mantras y sus cualidades vibracionales benéficas, los 6 sonidos curativos del Taoísmo para armonizar los órganos, la magia de los cuencos tibetanos… Y casi sin asimilar apenas lo que el zambombazo de un gong puede producir en mis entrañas, me topo con las bilas de Mark Pulido y siento en mis carnes el poder de la vibración. Las bilas son un instrumento curioso y complejo, unas campanas planas de alta frecuencia vibratoria perfeccionadas en 1988 por el ruso Alexander Ivanovich. El sonido de una bila supera al de una campana clásica y su poder curativo es muy superior. Cuando se empezó a extender el poder curativo de las bilas, Alexander recibió innumerables encargos. Primero fueron los sacerdotes ortodoxos para los campanarios de los templos de Moscú. Luego médicos y psicoterapeutas. Artistas y músicos. Pero su elaboración era tan costosa y ardua (cada bila se fabrica a mano, una a una…) que Alexander dejó de aceptar pedidos salvo encargos muy especiales. Hasta que en 2011 el músico catalán Mark Pulido lo consiguió y fue el primero en tener un juego de bilas en España y Europa occidental.

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Como llegó Mark a las bilas más que una cuestión de casualidad es un asunto del destino. Tras superar el coma en el que le sumió un grave accidente de tráfico, encontró el poder sanador en las vibraciones de un curioso instrumento que tocaban los aborígenes australianos: el didgeridoo. Investigar sonidos curativos de instrumentos extraños se convirtió en su objetivo. Así llegó al Hang y después de un viaje a India las bilas que el ruso Alexander había donado a una comunidad espiritual. El efecto que el sonido de las bilas causó en Mark fue tal, que desde ese momento inició una profunda búsqueda hasta que por fin consiguió su propio instrumento. Hoy las bilas de Mark consiguen sanar física y espiritualmente a todos los que con devoción le persiguen en los ocasionales conciertos que el músico organiza por toda la geografía española. El pasado 13 de diciembre los madrileños tuvimos la suerte de experimentar el efecto mágico de las bilas en la Iglesia de San Manuel y San Benito, un entorno con una acústica especial. Si tú también quieres experimentar el poder sanador del sonido, tienes varias opciones: refugiarte en la vibración de las bilas siguiendo alguno de los conciertos de Mark Pulido, echa de vez en cuando un vistazo a su calendario; pídele a los Reyes Magos unos cuencos tibetanos o engánchate a las colecciones de Hemi-Sync, y empieza el año con buenas vibraciones.

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