Uñas mordidas
Una de las facetas en las que destaco muchísimo, aunque no me gusta alardear, ya lo sabéis, es la de guitarrista. Si bien es cierto que comencé a aprender a tocar la sonanta ya mayorcito, con casi cuarenta, también es innegable que he llegado a un grado de excelencia en la interpretación que resulta impresionante. Esto no sería de interés en el post de hoy si no fuera porque me dispongo a hablar de las uñas.
 
Todo guitarrista de flamenco que se precie debe tener unas uñas largas y bien cuidadas y ahí es en lo único que fallo como genio innegable del instrumento, porque como pasé muchos años de mi vida comiéndomelas ahora las tengo hechas una mierda. A partir de cierta longitud la uña se me enrosca como el rabo de los chuchos, se me abren por los laterales como su fuesen alas pedunculares y debo reconocer, aunque me duela, que son de ínfima calidad, porque se me quiebran fácilmente al haber perdido consistencia y me las tengo que pegar con superglú.
 
Hay métodos conocidos por todos los que sufren este mal del “comedor de uñas” compulsivo. Ya saben, ungüentos que saben a rayos cada vez que te aproximas la uña a la boca y te roza con el labio o el “como te vuelva a ver morderte las uñas te meto un bofetón que te vuelvo la cara del revés” muy utilizado con los niñ@s, el unte con guindilla… Pero si uno es devorador de uñas profesional cualquier táctica, a la larga, resulta ineficaz.
 
– ¡Joselín deja de morderte las uñas que te vas a llegar al muñón!
– Déjame, mama, que tengo examen de “mates” y estoy “mu” nervioso.
– ¿Y por qué no estudias en vez de ponerte nervioso solamente?
– Me voy a sacar al perro.
– Lo que te voy a sacar son las muelas de un sopapo como suspendas otra vez.
 
Tras el portazo, la criatura seguirá mordiéndose las uñas como un poseso y aunque pasados los años y los exámenes abandone la manía, puede ser que ya sea tarde y que las consecuencias sean irreversibles como los chubasqueros.
 
– Esos son reversibles.
– Bueno, pues entonces no vale el ejemplo, pero se me entiende ¿No?
– .
– Pues eso.
 
¿Cuántas veces hemos visto a chicas monísimas, guapísimas y elegantísimas con unas manos con dedos como porras? Pues es por el vicio de la mordedura digital. Y añado, si además de las uñas te comes los padrastros o incluso vas más allá y te aplicas a las carnecitas callosas de alrededor de la uña… Mmmmmmm, es que se me hace la boca agua sólo de recordarlo. Y eso que desde que soy genial guitarrista ya no… Pero queda en la memoria. Es como con el sexo… ¡Qué recuerdos! A lo que voy es a que como seas de los de los padrastros y la carnecita ya olvídate, tendrás el extremos de los dátiles como la capucha del rotulador del bingo. Y otra cosa, de tanto morder y morder y tener que afinar para que no se te escape la pieza y el diente resbale y chirríe con el otro, termina por irse la capa de esmalte y te destrozas los paletos, o sea los dientes delanteros, que se quedan mucho más sensibles a .
 
Para no morderse las uñas lo mejor es beber mucha agua, comer chicle, ponerte unas de porcelana, hacer respiraciones profundas cada vez que te de la ansiedad uñil y ser muy buena persona. Esto último no tiene mucho que ver, pero nunca sobra. Bueno, se me olvidaba y ser consciente del gusto que da rascarse.

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