Vale que no mido uno setentaytantos, vale que mis piernas no son kilométricas, vale que no tengo una nariz perfecta ni unos labios sensuales. Vale que no desfilo en las mejores pasarelas del mundo y que a mi paso pocos vuelven la cabeza. Vale. No hay discusión al respecto, no soy Kate Moss, pero la top y yo tenemos algo en común: una melena que domesticar. Y en esto, casi puedo asegurar que la mía es tan poderosa como la suya. Ella rubia, yo pelirroja. La de ella torturada casi a diario por tanto peinado, tanta coloración, tanto secador y tenacilla y tanto producto de styling. La mía asilvestrada, virgen de tintes, insumisa a los brushing, cepillos y peines, pero agradecida a los cuidados cosméticos que le proporciono: buenos champús y acondicionadores ligeros.  Confieso que para atusarme hasta ahora solo usaba los dedos, un peine de madera de cerezo que me agencié en Singapur en una tienda vintage china de abanicos y peinetas (siempre fui un poco folclórica) y, cuando el frío arrecia en el exterior, un secador especial para cabellos rizados que me lo seca sin encrespar. Y de vez en cuando, muy de vez en cuando, un leave off que me potencie las ondas con el que intento emular la textura y la calidad de rizo que me aparece de manera espontánea cuando estoy a la vera del mar. Y digo hasta ahora, porque la semana pasada (¡Oh sorpresa!), en un taller organizado por Kérastase y de la mano de Soledad Rebollar, –maquilladora, estilista y asesora de imagen de muchas celebrities-, he descubierto los secretos de Kate para hacer con su melena lo que le da la gana. Convertida en portavoz de la gama “Styling Alta Costura” de Kérastase, que la marca lanzó hace unos meses, sus looks sirvieron de gancho para que Soledad me descubriera como tener el pelo marítimo aunque lo pasee por Madrid.


 

No soy yo muy partidaria de los productos de styling. ¿Motivos? Primero, me hago un lío entre tanta textura y tanto efecto (ceras, sprays, brumas, espumas… ¡uff!); segundo, porque suelen dejarme el cabello espesote, acartonado y como sucio. Así que huía de casi todos ellos, menos de los que a base de sales imitaban en mis ondas la textura del agua de mar. Mis favoritos Surf Spray, de Bumble and Bumble (25 € aprox.) y Depsea Fundation, de Shu Uemura (26€ aprox.). Gracias a la sabiduría de Soledad ahora he incorporado otros, además de aprender a manejar como mandan las manos de los peluqueros los que ya tenía en la vitrina. 

 

No tengo la suerte de Kate de que me peinen cada vez que la ocasión lo requiera, pero sí la de conocer los trucos de sus estilistas para hacérmelo yo y asilvestrar mi melena con un toque chic. Por ejemplo, he descubierto Powder bluff (27€), un champú en seco que va más allá de lavarle la cara a la fibra capilar cuando no hay tiempo de pasarla por agua. Resulta, que si te lo aplicas por las mañanas (o por las noches, que todo depende de la vida social), además de refrescar el pelo, este polvo en spray invisible aporta volumen, densidad, textura y un pelín de fijación. Te lo rocías en raíces y después por todo el cabello y con los dedos o un cepillo, te lo acicalas en un pis-pas, a tu aire. En corto o en largo. 

 

También he aprendido a hacerme las ondas surferas y que me duren más allá de 6 horas. Primero, hay que quitar el exceso de agua con un secador, sobre la melena húmeda, aplicar con los dedos Bucles d’art (27€)… continuar secando, al aire o con difusor… y cuando aún hay humedad (alrededor de un 30%), ir mechón a mechón (gruesos para que todo sea más rápido) aplicando un poco de Spray à porter (27 €) de raíz a puntas (que tiene sales minerales, como que ya os he comentado); cada mechón se enrolla sobre sí mismo y haciendo una minicoca o moñete en plan valenciana se cogen con una horquilla y o bien se deja secar al aire o bien chorro de calor al canto. Para terminar, solo hay que quitar las horquillas y abrir los bucles con los dedos. El resultado (este finde lo he probado) es alucinante. Lo mejor es que aguantan una dormida, y hasta dos.


 

Soledad nos contó también cómo hacerse una coleta con gracia (no hay más que crepar algunos mechones de la coronilla y aplicar Power bluff o cualquier otro producto voluminizador en spray en las raíces, peinar con cepillo y hacer la coleta con una goma de gancho). El mismo truco sirve para hacerse un recogido más o menos sofisticado si se pule o se dejan mechones sueltos a su caer. Soledad va a abrir un gabinete propio de asesoría capilar y de maquillaje en breve, en Madrid. Ya tengo una cita concertada para que me meta la tijera y siga enseñándome a atusar mi melena sin domesticarla del todo, porque yo, como Kate, soy pelín salvaje e indómita. Ya tenemos algo más en común, además de los productos de styling.

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