¿Quién no recuerda estas amenazantes palabras de su infancia? A la mínima que soltabas un palabro malsonante ¡zas!, la amenaza se cernía sobre tus costillas. El jabón se convertía así en ese objeto mágico que aniquilaba de una pasada cualquier germen de malos hábitos. Yo recuerdo el que se hacía en mi pueblo. Eran trozos enormes e irregulares, hasta feos diría yo, de un tono blancuzco roto, a ráfagas, o en degradé para los más finos, se hacía con aceites y cal, y oler no olía bien. Ni mal. Más bien es que no olía a nada significativo, solo a esa limpieza purificante, casi monacal. Con aquel jabón se hacía de todo. Se lavaba la ropa, te lavabas el cuerpo, la cara, el pelo… se lavaban las heridas porque era un poderoso germicida y ayudaba a la cicatrización. ¿Manchas resistentes que no salían ni con lejía? ¡Jabón de cal! Era el mejor remedio contra el acné juvenil. Y así este trozo todoterreno de mil propiedades me ha ido acompañando a lo largo de mi vida aunque en versiones mucho más sofisticadas. 

Claus Porto

Yo soy muy de jabón. De ese en pastilla, de los de toda la vida. Si no me lavo la cara con él me da la sensación de que no estoy limpia. A pesar de que reseque y salgan arrugas. Mi tía siempre ha tenido la pastilla verde de Heno de Pravia como un objeto de culto presidiendo el cuarto de baño. En mi casa nos aficionamos al de Magno pero cuando mi madre vio que lo ponía todo más negro que el cerote lo defenestró y sustituyó por las versiones en gel, mucho menos escandalosas… 

Claus Porto
Lo primero que hago al llegar a un hotel es hacer incursión en el cuarto de baño para ver qué jabón se incluye en las amenities. Y es lo primero que abro. Y uso. Y una vez limpia como la patena ya puedo comenzar con mi ruta turística. O lo que sea. 

Cousu de Fil Blanc

El que más recuerdo fue uno que encontré en un hotel de Marrakech. Olía a flores y cítricos, era artesanal, debía estar hecho con productos locales. Como era de imaginar, me traje un ejemplar conmigo y cada vez que lo huelo me viene a la memoria aquellos días en Marrakech. 

hand in hand
Tengo uno de Chanel nº 5 en la vitrina de cristal al lado de mi cama, como si fuera un joyero o un cofre de valioso contenido. A pesar de estar abierto y haber pasado el tiempo por él, sigue emanando sus efluvios con la misma intensidad del primer día. Y ambienta mis sueños. Me gusta la sensación del jabón en mi piel. La deja lisa y suave. Limpia y pura. 

Siracusa
No entiendo por qué hubo un momento en el que los jabones quedaron relegados al olvido. Ahora hay mousses jabonosas sin jabón, que eso me hace una gracia… son malas réplicas de lo que un día fue casi un bien de lujo. En la Venecia del siglo XI su fabricación fue un negocio muy floreciente y su coste tan alto que incluso se realizaban de forma clandestina. Desde sus orígenes se ha elaborado con aceites y cenizas. De hecho se dice que su origen y su nombre se deben al monte Sapo, lugar donde se sacrificaban animales, y las lluvias arrastraban la grasa y sangre con restos de cenizas de madera a las orillas del río Tiber donde lavaban las mujeres.

Cousu de Fil Blanc
Pronto se dieron cuenta de que sus ropas quedaban mucho mejor y el proceso de limpieza era más efectivo. Hay vestigios de que fue usado por sumerios, egipcios, fenicios, griegos y romanos. Algo que ha acompañado a la humanidad casi desde el principio de sus tiempos. Yo soy muy defensora del jabón. No quiero que se extinga. 

Roger&Gallet
Ahora hay jabones que más que untárselos da ganas de comérselos. Huelen a vainilla y chocolate, tienen una textura lechosa y colores de caramelos. Sus envoltorios son naif, o artísticos, retro… de una decadencia sutil que te impide resquebrajar el envoltorio para hacerte con el contenido. Y si lo haces, el envoltorio lo guardas con celo en el cajón de la cómoda como guardas una estampita de Santa Gema o el anillo con forma de pene de tu despedida de soltera… esas cosas que no sabes muy bien dónde ubicar pero quieres que te sigan acompañando por alguna extraña razón. 

Urban Rituelle
Yo soy muy fan del jabón por eso no quiero que entren en proceso de extinción. Y me encanta bucear por las webs de Urban Rituelle y sus creaciones artesanales, las pequeñas golosinas de Siracusa, las joyas de Claus Porto o la delicadeza de Hand in Hand, Cousu de fil Blanc y Le Baigneur (en www.laconicum.com). Y me pierdo una vez más entre la cremosidad de sus texturas, sus aromas rústicos, de estar por casa, envolventes y estimulantes, y la creatividad de sus envoltorios. ¡Cómo son esos envoltorios! Con ilustraciones art decó, con florecillas vintage, de efecto trampantojo… No sé por qué ha venido este post, pero comencé a lavarme la cara con un jabón ayurvédico de Sundari y una cosa llevó a la otra, otra a la otra…

6 Comentarios

  • Tamara
    Posted 13 June, 2013 12:18 pm 0Likes
  • Ines Rocha
    Posted 13 June, 2013 1:32 pm 0Likes

    Madre mía,yo los adoro,es mas los colecciono!!!!

  • Maria Luisa
    Posted 13 June, 2013 1:57 pm 0Likes

    Hay muchos jabones que son preciosidades y da pena usarlos.Se guardan como auténticas reliquias.
    Besos!

  • Mi Reino Por Un Gloss
    Posted 13 June, 2013 8:43 pm 0Likes

    Y yo pensaba que era la única que guardaba con reverencia ciertos jabones! jajaja, totalmente de acuerdo contigo 🙂 Muchas gracias por descubrirme nuevas marcas!

  • jintonik
    Posted 17 June, 2013 5:28 pm 0Likes

    Soy de las que usan jabon en la ducha y me gusta más que el gel…

  • Maria
    Posted 4 July, 2013 3:09 pm 0Likes

    Me encantan los jabones, sobre todo pq te despiertan los recuerdos que estaban olvidados en un rincón lejano de la cabeza. Sin duda, no hay mejor sensación que un buen olor. Emhorabuena guapa!

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