Soy un muestrario de pecas, lunares y nevus. Mi genética pelirroja en un país soleado me obliga a interpretar y respetar los códigos solares con devoción. Si no lo hiciera, mi piel hubiera perecido hace ya años bajo los rayos UV, que nunca me broncean y sí me colorean en un tono rojo camarón. Nací pobre en capital solar, mis horas de aguante bajo el sol son tan limitadas como como el sueldo mínimo interprofesional. Tengo que hacer virguerías para llegar al fin del destape, de mis cálidos veranos, con mi epidermis indemne. Y aún así, protegida con una coraza de filtros SPF 50, en cuanto me descapoto los brazos, soy de las que tiene que revisarse cada una de mis policromías epidérmicas cada seis meses. Dos veces al año, me doy una vuelta por el dermatólogo, me someto al escrutinio de una maquinita que tiene fichados de pies a cabeza cada una de las manchas que topean mi piel. Se llama epiminiluscencia. Y es muy lista, va mas allá del ojo clínico de cualquier dermatólogo, porque fotografía cada una de mis discromías, ficha sus datos de color, forma y grosor y las guarda en un archivo fotográfico, que luego utiliza para compararlas cada seis meses. Tengo suerte, de momento solo cuatro han evolucionado para mal, y me las han quitado de raíz, con un pelín de anestesia local. Sin dolor, ni postoperatorio, ni zarandajas. Mi mapa lunar está controlado y estoy por apostar que nunca seré presa del temido cáncer de piel (en cualquiera de sus versiones, que hay muchas). No me juego la piel porque sé que llevo las de perder.


Sin embargo, la inteligencia solar no es algo extendido y sigue habiendo mucho inculto por ahí. Gentes listísimas, que no fuman (porque es malo para la salud), que reniegan de la carne roja (porque es malo para la salud), que toman vitaminas a diario (porque es bueno para la salud), que hacen ejercicio de manera constante (porque es bueno para la salud), etc, etc…, pero que en cuanto atisban el primer rayo de sol se lanzan a la caza y captura del bronceado con tal fruicción y entrega que pierden la cabeza .… ¡y la salud!


Según la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), cada vez son más los cánceres de piel en gentes más jóvenes, y cada vez más frecuentes entre las mujeres menores de 34 años. ¿Qué está pasando? Pues que pasamos de todo, que nos matamos por meternos en una talla menos antes del verano y cuando llega el momento de lucir palmito en bikini abandonamos la piel a su suerte. Comienza la orgía solar, “el me tengo que broncear en dos días y si me pongo un fotoprotector alto no lo voy a conseguir”, o el “si me he puesto el solar en casa, qué pereza me da repetir la operación cada dos horas o cada vez que me baño”. Practicamos la incultura solar con una soltura y alegría que da miedo. Cultivamos el melanoma con mimo. Y este tipo de cáncer de piel, como todos los demás, si se detecta a tiempo se cura en prácticamente el 100% de los casos, pero si pasa desapercibido y enraíza, es mortal en un altísimo porcentaje. Así de crudo.


Por eso, por la salud de los que creen que porque su fototipo es alto, para esas pieles que pululan desnudas de precaución por playas y piscinas creyéndose a salvo de la mala baba de los rayos UV (los A, los B, los C y los IRA), y también para las que se saben en la picota, la AEDV pone en marcha todos los años su campaña de concienciación solar, bautizada como Euromelanoma, en la que participan de manera altruista un gran número de especialistas, analizando gratuitamente las epidermis cautas que no se dejan arrollar por la pasión solar. Una iniciativa que viene salvando muchos pellejos, ya no solo del cáncer, sino también de otras secuelas como las arrugas, las manchas o la flacidez. Una visita al dermatólogo a tiempo es la manera más inteligente de ligar bronce sin ligar problemas, de aprender a amar el sol sin que la piel se indigeste y sin despilfarrar ese capital de horas de sol que una vez que se acaba no se puede reponer y se traduce en males variopintos, en el que el cáncer es el peor pero no el único. Toda la información de la campaña está colgada en www.aedv.es .


Para los vagos solares, no me queda otra, que resumir en este espacio las cuatro letras que pueden ayudar a alejar las amenazantes consecuencias de la incultura solar. Una, usar un fotoprotector adecuado al tipo de piel (siempre un mínimo de 15); dos, traerlo puesto de casa y repetir la aplicación cada dos horas (antes si hay chapuzón de por medio); tres, agazaparse a la sombra en las horas más crudas (entre las 14 y las 17 por nuestro reloj -recordar que el sol va con dos horas de retraso-); cuatro, parapetarse con sombreros, pamelas, y prendas de vestir cuando los baños solares se prolonguen más de tres o cuatro horas. Y un epílogo: padres que tanto os preocupáis del futuro académico de vuestros retoños, de su bienestar pecuniario, no olvidéis embadurnar a los pequeños con una coraza de SPF 50, para que disfruten del verano sin dilapidar su capital solar. Dicen las estadísticas que la mayoría lo pierden antes de cumplir los 18. Yo nací con pobreza solar, por eso me he pasado la vida concienciando a los más ricos de que no despilfarren, y a mis hijos, los primeros.

5 Comentarios

  • Nero Beauty
    Posted 14 May, 2013 8:29 am 0Likes

    Genial este post…
    Ojalá todo el mundo se concienciara de lo dañino que es el sol.
    Un abrazo

  • Ines Rocha
    Posted 14 May, 2013 10:58 am 0Likes

    Maravillosa información,una lastima no tener precaución!!!!

  • Tamara
    Posted 14 May, 2013 12:25 pm 0Likes

    Totalmente de acuerdo contigo en todo lo que dices!
    http://comounaprincesasintonterias.blogspot.com.es/2013/05/flowers.html

  • Silvia Quirós
    Posted 14 May, 2013 5:33 pm 0Likes

    Yo que poca información teníamos de jovencitas, si lo hubieramos sabido no me hubiera achicharrado al sol vuelva y vuelva como solía hacer!! gracias por la info, un beso

  • Rebeca Rodríguez
    Posted 26 May, 2013 12:03 pm 0Likes

    ¡Buenísimo! ¡Cuantas veces se lo digo a mis alumnas!
    Si no te importa lo cuelgo en mi facebook La dulzura de la belleza
    Un abrazo

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