En la primera sesión, trabajó con mis dientes superiores, agrandado un poco mis paletos y camuflando las bandas negras que me habían aparecido entre las encías y las piezas por el desajuste de los puentes que llevo desde hace algunos años. Primero preparó la superficie de cada uno de los dientes realizando varios pasos de pulido y limpieza, que no me hicieron ningún daño; después depositó sobre cada una de las piezas un pegamento especial y a continuación fue depositando la dosis necesaria de composite (una resina blanca que se emplea para realizar los empastes de forma más estética) en cada una de ellas. Con la destreza de un artista, fue esculpiendo cada uno de mis dientes hasta darles la forma que pedía la estructura de mi boca y mi manera de morder (porque cada uno tenemos una mordida diferente). Terminó la operación, puliendo la superficie para retirar cualquier resto de rebaba y abrillantarlos. Habían pasado dos horas. En el intermedio que hicimos para descansar, me pidió algo que me sorprendió: “no te mires, aún, espera a que hayamos terminado”. La verdad es que me corroía la curiosidad, pero me contuve. Cuando me dio un espejo para que me mirara NO DABA CRÉDITO A LO QUE ESTABA VIENDO. Ahí estaban mis dientes, los míos, blancos y relucientes, un poquito más grandes que los originales, pero absolutamente armónicos. ¿Un milagro? No, la destreza de unas manos expertas unidas a una técnica cuyos resultados son espectaculares (y para muestra el botón de mi propia sonrisa, que no me importa que veías porque creo que merece la pena y porque ya os he dicho que soy muy descarada).
Pero las ventajas no terminan en que sea indolora y rápida de ejecutar, es que además no requiere más que una sesión de mantenimiento al año, no he tenido que realizar ningún protocolo o cuidado engorroso después, mastico divinamente y la doctora me ha dicho que me durarán años. Además, si por cualquier eventualidad alguna de las carillas se rompe o estropea, se repara y a sonreír de nuevo. Las carillas de composite sirven también para unir piezas, camuflar las bandas oscuras de los puentes desajustadas, incluso para crear piezas nuevas. Todo un hallazgo que recomiendo porque doy fe, en plan notario, de que funciona. ¿El precio? Cada pieza trabajada cuesta 350 euros; si son varias, hay precio especial y, lo que es mejor, en la clínica dan facilidades de pago, hasta 12 meses sin intereses. La consulta de la doctora Silvia Barragán está en la calle Víctor de la Serna, 16 y para los que queráis saber más de esta técnica os recomiendo una visita a las páginas de mi dentista favorita: www.silviabarragan.com o www.compositedental.com. Y termino con un Gracias, gracias, gracias, Silvia, porque no me has devuelto la sonrisa, pero me has enseñado a sonreír de otro modo y de ahora en adelante pienso ir deslumbrando con mi flamante dentadura a diestro y siniestro.
6 Comentarios
ying yang
Que sonrisa más bonita, me alegro un montón de que tu sueño se te ha hecho realidad, ahora a lucirlos que los tienes preciosos.
Mariposas en el armario
Oscuas, que buen resultado! enhorabuena, pues más razones aún para sonreir!!con lo bien que sienta!
besos
Tania
El Rincón de Mis Alhajas
Vaya cambio!!
la suite
Que pasada.Yo ando mirando tb para hacerme un blanqueamiento
Besotes suiteros
RAQUEL
Menudo cambio maja!!!te ha quedado genial!!un bs
composite
menudo cambio, las carillas de composite son muy bonits tambien,