Qué envidia me dieron siempre esas sonrisas de anuncio: dientes blanquísimos, alineados con precisión suiza, en la que cada pieza estaba en su sitio, con el tamaño justo. Yo, por avatares con los antibióticos, a los que me inflaron de bebé para que una difteria no me llevara prematuramente al otro mundo, nunca tuve la suerte de deslumbrar con el brillo de mi dentadura, como en los anuncios. Risueña soy un rato, y dado mi carácter donde la timidez no tiene mucha cabida, nunca he dejado de hacerme unas risas cuando la situación lo requería, pero he de confesar que tenía una espinita clavada en mi ego por aquello de tener una dentadura desteñida por las tetraciclinas. Cuando los blanqueamientos dentales llegaron a las consultas de los odontólogos, albergué la esperanza de alcanzar el sueño de unos dientes blanquitos, pero nada, ninguno de los métodos que experimenté surtió el más mínimo efecto. Así que ya estaba resignada a mi triste y oscura suerte dental. Hasta hace unas semanas, cuando conocí a la odontóloga Silvia Barragán, experta en estética dental. Y voy a contar mi experiencia porque sé que hay muchos y muchas que sufren en silencio mi situación cromática dental. Tras entrevistar a esta odontóloga para uno de mis reportajes, ella insistió en hacerme un diagnóstico para “ver qué podíamos hacer con el color de mis dientes”. Sin mucha fe, porque la experiencia la había ido mermando, fui a su consulta. Tras tenerme un ratito con la boca abierta bajo los focos y examinarla con lupa (nunca mejor dicho porque trabaja con unas gafas especiales provistas de una especie de prismáticos de 2,5 aumentos en cada ojo), concluyó con un “esto te lo arreglo yo en dos sesiones, una para los dientes superiores y otra para los inferiores, sin hacerte ningún daño, sin tallarte las piezas para colocarte fundas y sin tener que ponerte anestesia”. Me quedé más boquiabierta todavía y respondiendo a mi pregunta “¿sí, pero cómo?” Me contó que llevaba 25 años realizando una técnica denominada carillas de composite que le permite no solo blanquear piezas, sino reconstruirlas, esculpirlas y darles una forma armónica e integrada en la fisionomía bucal de cada paciente. Me enseñó las fotos del antes y después de muchos de los casos con los que había trabajado y lo que vi me dejó con la boca más abierta todavía. Una semana más tarde, acudí a la consulta.

En la primera sesión, trabajó con mis dientes superiores, agrandado un poco mis paletos y camuflando las bandas negras que me habían aparecido entre las encías y las piezas por el desajuste de los puentes que llevo desde hace algunos años. Primero preparó la superficie de cada uno de los dientes realizando varios pasos de pulido y limpieza, que no me hicieron ningún daño; después depositó sobre cada una de las piezas un pegamento especial y a continuación fue depositando la dosis necesaria de composite (una resina blanca que se emplea para realizar los empastes de forma más estética) en cada una de ellas. Con la destreza de un artista, fue esculpiendo cada uno de mis dientes hasta darles la forma que pedía la estructura de mi boca y mi manera de morder (porque cada uno tenemos una mordida diferente). Terminó la operación, puliendo la superficie para retirar cualquier resto de rebaba y abrillantarlos. Habían pasado dos horas. En el intermedio que hicimos para descansar, me pidió algo que me sorprendió: “no te mires, aún, espera a que hayamos terminado”. La verdad es que me corroía la curiosidad, pero me contuve. Cuando me dio un espejo para que me mirara NO DABA CRÉDITO A LO QUE ESTABA VIENDO. Ahí estaban mis dientes, los míos, blancos y relucientes, un poquito más grandes que los originales, pero absolutamente armónicos. ¿Un milagro? No, la destreza de unas manos expertas unidas a una técnica cuyos resultados son espectaculares (y para muestra el botón de mi propia sonrisa, que no me importa que veías porque creo que merece la pena y porque ya os he dicho que soy muy descarada).

Pero las ventajas no terminan en que sea indolora y rápida de ejecutar, es que además no requiere más que una sesión de mantenimiento al año, no he tenido que realizar ningún protocolo o cuidado engorroso después, mastico divinamente y la doctora me ha dicho que me durarán años. Además, si por cualquier eventualidad alguna de las carillas se rompe o estropea, se repara y a sonreír de nuevo. Las carillas de composite sirven también para unir piezas, camuflar las bandas oscuras de los puentes desajustadas, incluso para crear piezas nuevas. Todo un hallazgo que recomiendo porque doy fe, en plan notario, de que funciona. ¿El precio? Cada pieza trabajada cuesta 350 euros; si son varias, hay precio especial y, lo que es mejor, en la clínica dan facilidades de pago, hasta 12 meses sin intereses. La consulta de la doctora Silvia Barragán está en la calle Víctor de la Serna, 16 y para los que queráis saber más de esta técnica os recomiendo una visita a las páginas de mi dentista favorita: www.silviabarragan.com o www.compositedental.com. Y termino con un Gracias, gracias, gracias, Silvia, porque no me has devuelto la sonrisa, pero me has enseñado a sonreír de otro modo y de ahora en adelante pienso ir deslumbrando con mi flamante dentadura a diestro y siniestro.

6 Comentarios

  • ying yang
    Posted 28 November, 2011 12:18 am 0Likes

    Que sonrisa más bonita, me alegro un montón de que tu sueño se te ha hecho realidad, ahora a lucirlos que los tienes preciosos.

  • Mariposas en el armario
    Posted 28 November, 2011 12:43 am 0Likes

    Oscuas, que buen resultado! enhorabuena, pues más razones aún para sonreir!!con lo bien que sienta!
    besos
    Tania

  • El Rincón de Mis Alhajas
    Posted 28 November, 2011 11:50 am 0Likes

    Vaya cambio!!

  • la suite
    Posted 28 November, 2011 7:42 pm 0Likes

    Que pasada.Yo ando mirando tb para hacerme un blanqueamiento

    Besotes suiteros

  • RAQUEL
    Posted 28 November, 2011 7:47 pm 0Likes

    Menudo cambio maja!!!te ha quedado genial!!un bs

  • composite
    Posted 13 November, 2014 1:31 pm 0Likes

    menudo cambio, las carillas de composite son muy bonits tambien,

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