Para mí Isabel Preysler ha sido siempre mítica. Cuando yo era bien chiquita, ella se casaba a bombo y platillo con Julito Iglesias, el ex portero del Real Madrid que se lesionó, y mientras convalecía, le dio por tocar la guitarra y compuso, tocó y venció (aún no sé muy bien a santo de qué tuvo tantísimo éxito en aquellos años con su Gwendolyne si sólo quedó en cuarto puesto de Eurovisión y era igual de melindres que hoy pero sin acartonar). Tras parir tres Iglesias y quedarse con un tipín talla 32, pues decidió aprovechar la recién estrenada Ley del Divorcio y planto a Julito y se largó con un marqués, el de Griñón. Durante el tiempo que fue marquesa, parió una marquesita, pero su cuerpo siguió siendo inasequible al adipocito, inalcanzable para las demás mortales madres de cuatro vástagos. Como entre viñedos y olivares no debía encontrarse ella muy a gusto, plantó al aristócrata y se emparejó con un ministro, el de Economía y Hacienda, el que expropió Rumasa, el Boyer. Además de construir con él Villameona (esa mansión en la que había 16 cuartos de baños, de ahí su miccionante nombre), tuvo su quinta retoña. A pesar de tanto embarazo y tanto parto, ella ni una estría, ni un pecho mínimamente flácido, ni un atisbo de declive corporal, ni facial. Mítica, como digo.

Siempre impecable, siempre vestida como para ir de boda aunque fuera a pasearse por los jardines de Villameona a observar cómo florecían sus rosas y de paso aprovechar que un fotógrafo pasaba por allí para sacarse unas fotos de lo más casuales por las que cobraba una pasta al Hola, o a quien pagara por sus sencillísimas y nada estudiadas poses. Fascinada me tenía esta filipina de origen, tanto que empecé yo a investigar, que para eso me he especializado en belleza, cómo conseguía mantenerse más joven incluso que su propia hija mayor a la que le debe sacar por lo menos 25 añitos, o así. Alguien que tuvo el placer de ir a hacer unas fotos a su chalecito, me dijo que ella les dijo que uno de sus secretos era que jamás nadie la veía hasta que no habían pasado dos horas después de levantarse. ¿Nadie? ¿Ni su ex ministro? Dormirán en habitaciones separadas, deduje. Claro, ¡Qué lista, así el maridito nunca la veía con la bolsa matutina, ni con los pelos de punta, ni con la zapatilla de rulo ni la bata de guatiné! También dicen las lenguas informadas, que todos los días se da un masaje corporal y facial que quita el hipo y mantiene el tipo, que comiendo es más frugal que Gandhi, que no fuma, no bebe, no va con señores de mal vivir y que se gasta una pasta en cremas.



Fotografías que aparecen en el famoso e-mail
 que circula por Internet
Sin embargo, su elixir de juventud no podía ser tan poderoso, insisto, como para aparentar 45 cuando casi debe tener 70. Y alguien me dijo que es que lleva pinchándose más de 15 años. Que nadie piense mal, que no se pincha sustancias tóxicas ni ilegales, no, ella lo que se pincha es lo que todas: vitaminas, ácido hialurónico, colágeno, silicio, más vitaminas, botox, otra vez botox…Todo tan fino como ella, tan bien pinchado como sus poses. Algún tironcito de aquí y de allí también ha debido de darse, pero igual de sutil que los pinchazos. ¿O no? Pues no, al parecer no todo lo que rodea a su evanescente persona es tan etéreo. Y lo digo porque circula por ahí un e-mail en el que algún cabrito ha comparado una de sus últimas poses para el Hola (ideal de la muerte como siempre y como siempre más joven que sus nietas) con la cruda realidad de unas instantáneas de sí misma cuando estaba de shopping y no se dio cuenta que un fotógrafo le estaba retratando hasta el último poro de su epidermis. El mito se desvaneció en un instante. Sí, ya sé que el “efecto photoshop”, ese maquillaje digital que se realizan todas y todos los famosos para salir en las revistas en sesiones de pago, es algo habitual, pero en el caso de la Preysler la realidad superaba el desastre y alcanzaba el calificativo de catástrofe facial irreparable. A lo largo de su óvalo facial, siempre tan bien definido, se descuelgan una serie de pellejillos tipo pavo, en sus mejillas proliferan una especie de bolitas que le forman un deplorable collar facial y las patas de gallo y las ojeras son ya las de una respetable abuela. Alguien me ha dicho que le han pinchado mal, o que le han pinchado sustancias que se le han enquistado (antes o ahora). Yo prefiero pensar que el diablo ha roto su pacto con ella y la ha hecho mortal y vieja, como al resto de los viandantes.

2 Comentarios

  • Maru Silva
    Posted 27 April, 2011 8:47 am 0Likes

    Me parto! al final y al cabo es humana como todos.

  • Elisa
    Posted 27 April, 2011 3:01 pm 0Likes

    Estaba claro… es humana jaja 🙂

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