Un Paseo por Bilbao, por Enma De Scarada

Y para lujos, el casco viejo. En sus calles conviven las tiendas más sofisticadas, con los comercios más tradicionales; las marcas de siempre con los Zaras, Mangos, Corte Inglés y demás emblemas nacionales del textil. He descubierto una que creo que va a ser mi ruina. Se llama Seta y está en la calle Sombrerería, 11. Es un local txikito lleno de boinas, gorros, tocados, bufandas, guantes, bolsos, echarpes… (muy cerquita de las boinas Elosegui de toda la vida –por cierto, que le he regalado una txapela a mi novio para que vaya integrándose en el ambiente-). Tiene de todo y todo precioso. Claro que nos confesó la dueña que se trae mucho género de Francia y ya se sabe que para esto de los accesorios chic y glamurosos lo francés no tiene parangón. En sus calles, también hay más bares que “en toda Noruega” como dice mi ídolo Sabina. Estoy convencida de que puedes tomarte el pintxito de turno cada día en un bar diferente y no repetir en al menos dos años. ¡Ay esos pintxitos, son una perdición para la silueta! Me llevaron a un bar, también txikito, donde daban unos sándwiches a los que llaman Filipadas, que había que esperar en la calle para pillar uno. Los hacen casi en el momento y quien los prueba repite.Otra de las cosas que me gusta de Bilbao, es la estética de sus gentes. Allí ves de todo. Desde la señora pija divinamente vestida hasta la más progre con el pelo teñido de rojo furioso. Por cierto, creo que a las vascas les pirra teñirse de colorado. De cada tres, a dos les da por el rojo capilar. Da igual la edad que tengan, ellas, se tiñen de encarnado. Le voy a preguntar el por qué a mi amiga Yolanda Aberasturi, hija predilecta de la urbe, y una de las mejores peluqueras que conozco. Y es que en Bilbao no les falta de nada. Igual le digo a mi novio que me compre un caserío en los alrededores, en Artxanda por ejemplo y echo de nuevo raíces en la ciudad de mis ancestros.