Rectificar es de sabios. Es un chollo de frase, de esas que sirve para excusarse cuando uno ha metido la pata hasta el corvejón o para cambiar de opinión sin dar extensas explicaciones a los demás. Y sin duda, es la premisa ideal para sabios y estudiosos cuando la ciencia les da sorpresas y les lleva la contraria. Me explico. El común de los mortales somos víctimas del empirismo científico, ese que dice que las hipótesis para que sean admitidas por la comunidad de sabios hay que demostrarlas con una regla universal que se pueda expresar a través de una regla comprobada y reprobada; sin embargo, a la largo de la historia, el péndulo científico va y viene a su libre albedrío y se ha pasado muchas hipótesis por el forro. Y para muestras, hay un porrón de botones.
Aún recuerdo la cara de mi pobre tía Pili, amante incondicional de las sardinas, cuando su médico le prohibió tan delicioso bocado porque tenía una cardiopatía y, en aquellos momentos, la ciencia opinaba que el pescado azul era veneno para las venas perjudicadas por el colesterol malo. Diez años se pasó como el “señor don gato”, oliendo su intensa fragancia, anhelando paladearla, pero sin catarla. Casi asesina a la comunidad científica en pleno cuando, tras una década de absentismo sardinil, le dijeron que ahora tenía que hacer todo lo contrario, inflarse a pescado azul porque se había descubierto que en sus carnes esconde un tesoro antiinflamatorio, anticolesterol, antioxidante,… un compendio de bicocas de la eterna juventud que se llamaban Omega 3 y Omega 6, esos ácidos grasos esenciales que ahora nos los meten hasta en la sopa. Menos mal que mi tía se fue de este mundo diez años más tarde harta de sardinas. Seguramente, si no le hubieran robado en nombre de la ciencia una década de disfrutar de ellas, hubiera vivido muchos años más.
Ahora la Ciencia acaba de caer en la cuenta de que tras asustarnos durante décadas con las maldades del sol –que las tiene- , ha creado en la población un trastorno al que llaman tanofobia, o fobia al sol. El miedo al cáncer de piel, a las arrugas, a las manchas,… al fotoenvejecimiento en definitiva, ha hecho que muchos y muchas – sobre todo ancianos y bebés- no reciban las dosis suficientes de rayos solares necesarios para sintetizar una vitamina esencial, la D. Responsable directa de que el calcio se fije en los huesos –esto la ciencia lo sabe desde hace casi doscientos años- y que nuestro cuerpo es incapaz de obtener por sí mismo si no es bajo la acción de los rayos UVA y UVB. Pero lo mejor viene ahora, concienzudos científicos han demostrado, además de que previene enfermedades como el raquitismo o la osteoporosis, es un escudo protector frente a los daños solares, concretamente frente al cáncer de piel, y disminuye el riesgo de padecer tumores malignos de colon, pulmón, mama y próstata. Vamos un chollo anticancerígeno que para funcionar necesita del sol en riguroso directo. Y aquí la ciencia ha tenido que volver a rectificar. Del “No exponer jamás al sol directo a bebés menores de 3 años ni a ancianos” al “por Dios, por Dios, es imprescindible que este grupo de población –sin excluir los demás, claro- reciba una dosis solar directa, entre 10 y 15 minutos a la semana, sin ningún tipo de fotoproteción”. ¿Eh? Sí, vale con que brazos y rostro estén a la intemperie solar durante el tiempo recomendado. Sin embargo, esto no significa que la fotoprotección haya muerto, no, lo que supone es que hay que buscar el equilibrio solar, ni pasarnos ni quedarnos cortos. Y como “el sol de España” es una realidad y no sólo un slogan turístico, desde aquí hago un ruego, no científico pero sí de sentido común, para que lo disfrutemos con inteligencia. Resumiendo: pasar de estar como lagartos en las horas solares más duras (entre las 14 y las 17 pm); aplicarse un fotoprotector de calidad y adecuado al fototipo de cada cual –las pieles lechonas, un mínimo de 40; las morenitas, 15-cada dos horas o después de cada baño; utilizar gafas, pamelas, sombrillas, viseras, gorros o pañuelos –que pueden ser de marca para las más fashion- para ir por la vida en verano, en la playa, la piscina o las aceras de la urbe; y beber y beber, como los peces en el río, líquidos sin alcohol –reservar cubatas para las terracitas de verano-. Los que gustan de la cervecita o el tinto de verano, (entre las que me encuentro) no lo hagáis a pleno sol, además de que las bebidas se calientan, es mucho mejor practicar el chiringuiting cobijados por la sombra y el ambiente de los kioscos de verano.

3 Comentarios

  • Valeria
    Posted 10 May, 2010 10:32 am 0Likes

    ¡Amén!

    Es cierto que el sol, en exceso y sin las precauciones necesarias, pueda llegar a ser tremendamente perjudicial, pero por mucho que le cueste creer a la gente…TAMBIÉN ES NECESARIO por el bien de nuestra salud en general.

    De un extremo hemos ido a parar al otro; el médico me dijo que la única manera de sintetizar la vitamina D es con algo de exposición solar, aunque ahora se haya puesto de moda todo lo contrario.

    Besos

  • La Reina
    Posted 10 May, 2010 4:14 pm 0Likes

    Ni juanin ni juanón!!!!….es como todo….con precaución y moderación…..lo malo es que como digamos que el sol es bueno…YA LA TENEMOS LIADA….todos como lagartijas!!!!!!….como una copita de vino al dia es saludable…ALA!!!! JUSTIFICACIÓN PARA LA GRAN BORRACHERA…pues no!!!!!!!!!!!….ni juanin ni juanón!!!!!…TODO CON MODERACIÓN

  • John Queras
    Posted 14 May, 2010 10:19 am 0Likes

    Pero que relista eres, Enma. Yo me daba un baño de sol contigo cuándo y dónde quieras.

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