Belleza sostenible, es el término de moda. La cantinela que últimamente escucho en una de cada dos presentaciones de productos nuevos a las que acudo (¡menos mal que no voy a todas!). Y cuando dicen sostenible no sé muy bien a qué se refiere el jefe/a de marketing de turno que nos lo cuenta. ¿Será para “sostener” lo más posible la juventud? ¿Será una preocupación para sanar el planeta? ¿Será un palabro más de marketing para vender? Sea lo que sea, es una tendencia que nos meten por los ojos y en mi opinión, no es tan sostenible como la venden, aunque su fórmula sea ampliamente respetuosa con lo natural. Me explico.

Está muy bien eso de “producto no testado sobre animales”, aquello de “libre de parabenes” o lo de “ingredientes 100% naturales”. Sin embargo, tanto respeto por lo “ecológico” tiene una grieta tan grande como las dos orillas continentales del océano Atlántico. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, los envases son de plástico puro –que según tengo entendido tarda más de 500 años en degradarse-. Si fuéramos verdes en todas nuestras costumbres, además de los bricks, las latas, los vidrios y los cartones reciclaríamos en su contenedor correspondiente los frascos de nuestros cosméticos; pero según un estudio reciente, sólo lo hacemos en un 2% de los casos. Lo Eco, empieza hacer aguas por ahí. Pero no es la única vía de escape de los esfuerzos sostenibles. Los packagings, envoltorios y aderezos para entendernos, -cartonajes, prospectos, cucharitas de dosificación cuando las cremas son de alto standing- son otro de los asuntos sobre la belleza sostenible absolutamente contradictorios. Normalmente, van directos a la papelera del cuarto de baño y encarecen el costo del cosmético. Eso sí, permiten al fabricante de turno subir el precio del contenido en olor del lujo. Vamos, que muy verde por dentro, pero cutreecológico por fuera.
Sin embargo, lo que peor llevo de tanta sostenibilidad es el no poder aprovechar el contenido de las fórmulas magistrales al cien por cien. Me refiero a esas que vienen dentro de auténticas armaduras cilíndricas, sin rosca por ningún lado, sin posibilidad de bombear sus exquisiteces hasta el final. Porque, vamos a ver, los envases de plástico blando –como los de las cremas de manos, por ejemplo- se pueden diseccionar por su mismo medio con unas tijeras o un cuchillo de cocina y rebanar el producto con los dedos hasta su consumo total. Los tarros de tapa ancha son los mejores, no hay que trajinar con ningún instrumental para rebañar la sustancia cosmética hasta el límite. Los sprays de rosca y bombeo son también muy prácticos para exprimir los elixires faciales, corporales o capilares; cuando la dosis no sale bajo presión, se quita la rosca, se pone el bote boca abajo y se puede aprovechar hasta la última gota. Pero los que vienen encerrados en su armadura cilíndrica –que normalmente son sérums o tratamientos y curas carísimas, de 130 euros para arriba- son inexpugnables a finiquitarlos hasta el último centilitro. Es más, son las propias firmas las que alegan que se llega a perder hasta un 15% del producto que no se aprovecha. Eso sí, también dicen que los blindan en este tipo de envase para preservar todas las virtudes del preparado, para que no se contamine, para que se dosifique de la manera correcta. Admitamos pulpo como animal doméstico, o sea, que nadie duda de que determinados principios activos pueden perder eficacia en contacto con el aire –como la vitamina c, por ejemplo- y que la buena conservación de una fórmula de lujo o normalita es imprescindible para que mantenga intactas todas sus propiedades; pero entonces, si reconocen que se pierde hasta un 15% de producto porque no se puede extraer de ningún modo, ¿por qué no lo venden un 15% más barato o nos dan un bono descuento del 15% para otra compra cosmética? O mejor aún, investigan un poquito en aquello de preservar el contenido, el medio ambiente, los envases y hacen que la belleza sea sostenible de veras, para el planeta y para el bolsillo de quien la compra.

2 Comentarios

  • Valeria
    Posted 29 March, 2010 10:34 am 0Likes

    ¡Olé, olé y olé! Por fin una opinión razonada y bien argumentada sobre una cuestión que siendo realistas sólo esconde palabrería bonita y sobre todo mucha demagogia.

    Muchas firmas cosméticas se suben al carro de lo políticamente correcto: lo natural y lo sostenible, cuando en realidad algunos de sus argumentos caen por su propio peso.

    Yo siempre me había preguntado lo mismo sobre los "packagings" y demás parafernalia. Mucha conciencia ecológica pero a la hora de la verdad, la cantidad que se genera al año en plásticos y demás me parece completamente innecesario, además de encarecer el producto para el consumidor.

    Respecto a la armadura cilíndrica de los productos, je, je, je…me recordo un sérum que utilce hace tiempo en el que gran parte del producto quedo desaprovechado: con cuchillo, tijeras…me fue prácticamente imposible terminar de gastarlo. Lo más gracioso es que se trataba de una marca abanderada de lo natural y ecológico.

    P.D. Perdona Enma, pero has escrito "encarecen el COSTO del producto"; me parece que se dice "COSTE". Mucho me temo que el costo es otra, ji, ji,ji.

    Besos

  • Enma de Scarada
    Posted 30 March, 2010 1:10 am 0Likes

    Va a ser que tienes razón…¿se me estará pegando el lenguaje marketiniano?…Lo mejor es que sé perfectamente cuando el costo es costo y cuando es un costo de costar….Perdón por el lapsus, serán reminiscencias del pasado

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