Acabo de regresar de París, de la inauguración de la Academia Q-Med, una clínica de los laboratorios homónimos donde el Ácido Hialurónico es el rey. Un rey que se pincha para rellenar arrugas, aportar volumen facial y corporal y revitalizar la piel. Un rey que ofrece juventud y que se ha convertido en el principio activo número uno en las técnicas de rejuvenecimiento sin cirugía
. Sin embargo, como he podido aprender en París, no todos los AH, que así lo llaman los expertos para abreviar, son iguales. Los hay para crear volúmenes en el rostro y hacer correcciones en pómulos, mejillas, labios, párpados, mentón, nariz, orejas, cuello y escote. Sobre el apéndice nasal hace virguerías, según pude apreciar en esas fotos típicas de “antes-después” que ponen los médicos en sus conferencias para que veamos lo bien que trabajan. Corrige caballetes, levanta puntas, repara asimetrías en las aletas,… vamos que puede transformar una napia en unos 30 minutos y con unos cuantos pinchazos de relleno.Me impresionó también, el efecto que consigue en los labios, los aumenta y corrige en un pis-pas, lo mismo que en los pómulos y los surcos nasogenianos, esos que dejan huella entre la nariz y la boca y avejentan más que las arrugas de expresión. Eso lo pude comprobar en directo, sobre el rostro de varios voluntarios que se prestaron a dejar que los especialistas les pincharan delante de periodistas de media Europa. No me extraña, porque los pinchazos, aunque dan buenos resultados, no son una ganga precisamente. Por ejemplo, rejuvenecer el rostro globalmente puede costar unos 2.000 euros, y eso si te pincha un médico asequible, que los hay que no bajan de 3.000. Pero todavía más caro sale remodelar el pecho o los glúteos, utilizando la versión del AH bautizada como Macrolane. De los 5.000 euros no baja un aumento de talla de sujetador, pero ni yo ni mis colegas vimos ninguna demostración en directo –y estoy segura que voluntarias no faltaban-.
Es cierto que las bondades del AH son muchas: es biocompatible, biodegradable, biotecnológico. O lo que es lo mismo, no provoca rechazos porque el organismo lo reconoce como propio. Pero tanto bio no le otorga persistencia. Ahí está la debilidad del monarca de la aguja, que sus efectos no duran más allá de 2 años, y eso con suerte, porque hay rostros y cuerpos que lo reabsorben antes. Me pongo pesada con el tema con el director de los laboratorios, Alberto Fábregas (un tipo estupendo, por cierto), y para convencerme de que no es un tratamiento tan caro, me comenta que sus resultados son progresivos. Vamos que la primera vez que te pinchan te ponen más cantidad que la segunda y la tercera menos que la anterior. Y claro, cuanta menos cantidad, más apañadita de precio sale la juventud. También me comenta que tienen concienzudos estudios que demuestran que el AH deja una especie de memoria que hace que los pinchazos sean cada vez más espaciados en el tiempo. El colmo del rejuvenecimiento a pinchazo limpio se produce cuando el AH se alía con el botox. Uno se encarga de rellenar, corregir y revitalizar y el otro de paralizar los músculos que sustentan los gestos y las arrugas para atenuarlas. Otra de las cosas de las que me entero, yo que creía que me lo sabía todo, es que el Atlean, AH unido al trifosfato cálcico puede producir grúmulos –bultitos- allí donde se implanta si la técnica de quien maneja la aguja no es buena. Lo que me hace pensar que en todo esto las manos de quien usa la aguja son tan importantes como el contenido de los fillers. Porque si te realzan los pómulos y no quedan bien moldeados o distinta altura, la cara puede parecer un cuadro de Picasso. Le pregunto de nuevo a Alberto, y me dice que eso tiene fácil arreglo, que el AH admite correcciones a posteriori para enmendar entuertos. Sigo pensando que lo mejor es que no ocurran entuertos y que si algún día me decido, que ya os contaré, a picotearme el rostro –o cualquier parte de mi cuerpo- me pondré en manos de un buen especialista, de alguno que lleve unos cuantos años practicando esto de la bioplastia (rejuvenecer sin cirugía en lenguaje cosmético culto), que me explique qué AH me está metiendo, cómo y también con qué tipo de agujas. En la Academia Q-Med nos enseñaron las más nuevas, unas flexibles milimétricas y un aparatito denominado injector, que al parecer disminuyen la posibilidad de que salgan hematomas pos pinchazo y el dolor. Porque los voluntarios decían que no les molestaban nada, quizás porque se lo hacían de gratis, pero las caritas que ponían no eran precisamente de placer.

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